sábado, 5 de diciembre de 2015

La fidelidad del cultivo del mijo no impide el terror de las estaciones.




También romper la tierra tiene la escritura del sueño
los acercamientos a las crecidas aclaradas por las rotaciones
del seis, y cuando la mano izquierda entresaca
del mijo las seis cápsulas del vino y del aceite,
se endurecen en el sortilegio del ojo salado del buey.
La anchurosa memoria alcanzada por las tablas de la casa,
y las analogías del mijo culebreando la hililla de oro,
necesitan las espesuras memorialistas del seis,
las seis veces que la boquilla del timbre convoca
para saltar anudados en los animalejos sentados en la sangre.

José Lezama Lima


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