martes, 15 de septiembre de 2015

Fragmentos a su imán.




La tormenta del lunes pasado fue casi tan fuerte como la gran tormenta. Luego supe que en los aledaños mató a tres personas. Me despertó a las seis de la mañana, parecía una llamada de atención cada trueno.

-Mira que excesos me acontecen cuando no estás.

Decía el molino.

Cerré la ventana y conseguí tener uno de esos sueños que tengo últimamente, transparencias sobre transparencias. No presté atención hasta las ocho por lo menos.

Ha llegado mucho antes el otoño, lo contaba ayer Emma, que inspecciona el comportamiento de las sargantanas y el color de los geranios todos los días. Se adelantaron los limoneros una cosecha (y no me quedé a recibir la siguiente).

Escuché aquella lluvia furiosa hasta casi las doce. No me asustaba seguir aislada ni que no hubiera amanecido apenas. Hasta recogí los esquejes y me duché en la calle cuando amainó el agua y siguió una lluvia de hojas de parra, ya rojizas.


Lo de traer esquejes de amaranto, jazmines varios, hipomea, glicina, salvia, floripundio e hibisco era importantísimo. Matías me esperaba con un laboratorio: hormonas enraizadoras, cuchillos desinfectados, bandejas y tierra de semillero, había hecho un master de reproducción con tallos leñosos la última semana. Ahora me toca fluctuar de la fe a la esperanza, mirar buscando señales de vida y regar.

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