jueves, 23 de abril de 2015

Aquí un día allí un año



Cada vez me intrigan más esos momentos que se clavan como un dardo en la memoria sin previo aviso. Ni siquiera sé si son esos los momentos de absoluto. Creo que no siempre. En todo caso los recuerdos de cosas exactas que no hay manera de sacar del magín se pegan la vida jalándome atención:

Entonces me paró un chico delante del cafetín de letras, en la U, que era una mezcla de Universidad y Selva en la que la gente hablaba y hablaba y se conocía, y me dijo: 

-Disculpe, pero ¿es usted quién le dejó las gregerías de Gómez de la Serna a un chavo que se llama Fran y estudia sociología? porque ese chavo se lo dejó a un chero mío que me lo prestó y ese libro me ha vuelto loco. ¿Podemos tomar un café y comentarlo? 

Como era librera arruinada me fuí llevando la biblioteca y poniéndola en circulación. Nunca he visto más afán que en el San Salvador de después de la guerra, ni lecturas mejor conversadas, ni más rebusque. ¡Había tan pocos libros! No es por dadivosidad por lo que se quedaron tantos míos allí, es porque aún siento el gusto que da la certeza de saber que eran buenos y que los siguen leyendo. ¡Me salí con la mía! ¡Con las veces que había dejado libros en el sillín de la bici para que me los robaran y nada!¡Con las veces que me dijo mi madre “deja a la gente en paz, si no quieren leer que no lean”! 

La foto se la robo a una gran lectora salvadoreña, Isabel Villalta.

2 comentarios:

perestroiko dijo...

Recien fallecido Eduardo Galeano, cuando estoy tentado de denostar de internet por su superficialidad y de cantar las virtudes de la acumulación en papel de la escritura, siempre recuerdo este testimonio: "Yo ingresé a la Universidad de San Carlos de Guatemala en 1996, cuando solicité una copia de Las Venas Abiertas de América Latina me dijo el Bibliotecario que todas las copias habían sido quemadas durante la ocupación de la universidad por el ejército en 1984. Fue hasta 2002 cuando puede leer esta obra maestra de la literatura latinoamericana, es sencillamente enrriquecedora, la he leído cinco veces y no le pierdo el hambre por volverla a leer, a mi criterio debería ser
lectura oficial obligatoria en todas las escuelas públicas de nuestro continente". - Me pregunto si la superficial internet no hará más fácil que algo tan fragil como los libros salga a la superficie en situaciones como la que evoca esta corresponsal.

Marta Sanuy dijo...

Perestroiko, dónde te metes, son bien ricas tus visitas.

la porteadora, más que corresponsal, porteadora, ¡la gozó entonces tanto! Sólo se podían comprar algo en la librería de la Uca, y poquito, pero tampoco llegaba basurilla, y eso significaba que todos estábamos en lo mismo, y que abundaban los clásicos.

Después de Internet a veces me da rabia no poder pasarles a los amigos algo que me ha apasionado, pero en general creo que está bien Internet Aurelio. Claro, hay que intentar llegar a los libros que son y tanta abundancia lo pone imposible, pero para buenos sabuesos, y esos guanacos lo son, ahora todo está más fácil en la rebusca.

Besicos