domingo, 8 de febrero de 2015

Para irse lejos están los viernes.




El viernes entendí cómo estallan los recuerdos, las paranoias, los dolores encapsulados, y la importancia de adquirir destreza en su manejo para que no me invadan. También identifique las potenciales relaciónes entre el ordenador y los programas como metáfora de mi cerebro, es decir, de mi vida, y también de la vuestra. Reconocí la utilización aberrante de la palabra autoestima, otra que sirve para un roto y un descosido. Nadie está libre de contagios. Erradicada.Y supe de cómo se comporta la herencia genética y cómo me comporto yo, y nada es la misma cosa. Recibí felicitaciones, tuvimos una coincidencia plena en que hay salud en lo que entiendo por amor, hasta en el caso más sospechoso. Recibí el certificado de adulta definitiva y el redito de la apuesta por la claridad.

Todo eso en dos horas. O en treinta años.

-Yo en dios no creo pero en tu padre sí, aunque no lo conozco, sólo lo he visto una vez.

Le dije a Pilar Sopesens que fue mi alumna.

-Los coches pasan la ITV con tranquilidad. ¡Qué más natural que la pases tú que trabajas con la cabeza!

Dijo Matías cuando me dejó en la puerta.

El Azaaaaar, Javier vive en la misma vereda, dos números antes. Y fue un gusto pasar ufana y entera, más yo, a presumir ante mi maestro de serenidad, por fin. Me invitó a comer nada menos que pulpo al a brasa. Y ahí viene otro gran descubriento. El dueño del restaurante es amigo de Javier, bueno, como todo su barrio, y nos contó que su plato preferido son las alcachofas al puñetazo. Las hice ayer para cenar ¡qué gusto que te enseñe el que sabe!

-Le quitas el rabo a la alcachofa, le das un puñetazo hasta que se abran todas las hojas. Sal, aceite ypimentón. Diez mitutos de microondas y si quieres jamón por encima.

-Esto más que un plato parece una metáfora, dijo mi padre, cuando después de un buen rato llegamos al corazón, donde termina la alcachofa y pierde lo amargo.


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