lunes, 15 de diciembre de 2014

Desde aquí






Yo no tengo biblioteca, el concepto de biblioteca implica orden y, como decía mi madre, esto parece la cueva de Ali-Baba. Siempre son los mismos libros los que me dejo cerca, y parece que tienen el baile de san vito, entran, salen, suben y bajan, tornan y vuelven a la estantería cuando termina la reunión de la pila en la que estaban, y se colocan en cualquier lugar y con cualquier vecino, sólo exigen sentirse rectos de vez en cuando. A veces están fuera años, hubo una fuga hacia casa de Ester, otra hacia casa de Sonia y, no sé por qué, pero los espero estas navidades. Los echo de menos aunque me entusiasma prever el felicísimo reencuentro.

Los que quedan a veces duermen juntos la siesta.



Así he encontrado a Carson McCullers con Gastón Bachelard, al acercarme y darles la vuelta los he oído.

Como centramos todas nuestras reflexiones sobre los problemas del espacio vivido, la miniatura procede para nosotros exclusivamente de las imágenes de la visión. Pero la causalidad de lo pequeño conmueve todos los sentidos y podría hacerse, a propósito de cada sentido, un estudio de sus “miniaturas”. Para sentidos como el gusto y el olfato, el problema sería incluso más interesante que en el caso de la vista. La vista abrevia esos dramas. Pero un rastro de perfume, un color ínfimo puede determinar un verdadero clima en el mundo imaginario.

Estaba diciéndo don Gastón, a lo que Carson, molesta porque no le había prestado atención casi al oído, le ha respondido fingiendo que hablaba con otro.

-¿Cuántas variaciones hay en un sobreagudo?
-¿De qué vibraciones hablas?
-De las mínimas resonancias infinitesimales que vibran cuando tocas el do medio u otra nota cualquiera.
-No lo sabía.
-Bien, yo te lo estoy enseñando.
-Hay sesenta y cuatro vibraciones en el sobreagudo y otras sesenta y cuatro en el bajo
-¿Y qué?
-Simplemente te estoy diciendo que oigo cada minúscula vibración de la escala diatónica desde aquí.



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