Tareas
Ayer María Jesús y yo nos propusimos
rescatar nuestros recuerdos hasta los siete años, los que tiene
ahora su nieta, para intentar entenderla. Lo hicimos con las manos
ocupadas, cogimos las fabes y las desgranamos mientras narrábamos
por turno: poco más que fotos fijas conseguimos, y no muy gratas. No
logramos despejar el enigma, más bien lo espesamos.
Subrayar.
-¡Que no escribas en los libros!¡que
ya están escritos!
Me decía Roberto, muerto de risa.
Y una vez que alguien le preguntó si
yo escribía respondió:
-Sí, mucho, pero en libros ya
publicados.
Y viene al caso por dos cosas:
Por el placer de encontrar a mi madre
diciéndome “para aquí” con sus marcas, y porque estoy leyendo
“Los detectives Salvajes”, ¡a estas alturas! Suelo tener esa
actitud mesiánica: dejad que los libros se acerquen a mí, y me
gustan los anacronismos, lo que entre el azaaar y nosotros macera. Lo
encontré en la habitación de Inés y estoy perpleja, me está
gustando pero algo me inquieta: llevo casi doscientas páginas y no
he subrayado nada.
Molinos
Me está gustando mucho leer la
historia minuciosa del Molino de Utebo. Ver en actas las sucesivas
viudedades de las molineras y sus sobrinas, constatar los siglos que
tiene una de nuestras preguntas clave: ¿a quién le toca limpiar la acequia? Auparme en la intensidad de
un tiempo medido con tres candelas.
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