domingo, 30 de marzo de 2014

Abdellatif Laâbi y Angèle Etoundi Essamba

 

 

  Angèle Etoundi Essamba

 

LOS INVITADOS

Mi mesa está servida pero los invi­ta­dos se han retrasado.
¿Olvi­daron mi invitación, perdieron la direc­ción mien­tras venían? ¿Qué mal pudo ocurrirles?
Espero desde hace horas, “con la oreja pegada a la puerta”. Tam­poco sé cuán­tos serán, si usarán ropa de invierno o de ver­ano, en qué lengua me salu­darán al entrar.
Mi mesa está servida. Esper­aré el tiempo que haga y el que no haga falta. Y si fuera víc­tima de una ilusión, insi­s­tiría. Inven­taría amis­tades extrañas, de caras fran­cas y fáciles de leer como libros para niños, con voces de acen­tos deli­ciosos y bocas pequeñas que com­par­tirían hasta un grano de cuscús.
Mi mesa está servida. La preparé con todos mis conocimien­tos, con amor. La música me ayuda a sopor­tar la espera. Con­mueve mis guisa­dos, hace bril­lar mis aceitu­nas, lib­era los per­fumes de mis especias.
Por fin, oigo ruido de pisadas. Me levanto para abrir. Pero la puerta vuela en peda­zos. ¿Están allí mis invi­ta­dos? Irrumpen unos hom­bres sin ros­tro, arma en mano. No me tienen consideraciones.
Le dis­paran a la mesa hasta reducirla a polvo y se reti­ran sin decir pal­abra. La música termina.
Después de todo, no me queda más que recoger y preparar una nueva comida.

Abdellatif Laâbi 

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