No se parecen en nada los sueños de un animista en el campo y de la misma persona en un apartamento. A un animista que vive entre manglares no lo visitan individuos, lo visitan ejércitos. Si se traslada a un hogar aséptico y tiene visita sólo puede ser su madre reclamándole una llamada.
La luz roja y el colapso
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*Una inquietante luz roja que entra por las ventanas desde el interior de
las casas es una constante en muchas de sus obras. ¿Qué hay dentro de esas
habi...
Hace 1 día

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