miércoles, 8 de enero de 2014

Tres poemas de Don Julio Reija.









Ya he soltado el rollo sobre el Oulipo en clase y he descansado, ahora me parece una malhumorada insoportable la que escribió el post de abajo. Después me he quedado un rato con Julio Reija, que siempre me encandila. Ahora me parece una pesada, entrañable pero incapaz de enmendar sus predilecciones, la que ha escrito la línea anterior. Pero ¡qué poetazo el Reija!




Yo me reía
de todas las señales del destino.
Tú tenías un dios. Yo, sin saberlo,
comencé a adorar
a un ídolo que había protegido
a multitud de corazones bárbaros.
Pensé que era una broma, como el mundo,
hasta que... Hasta que nada
me dijo que estuviese equivocado.
El frío de septiembre
entró en octubre, y empleó mis huesos
como amplificador de su potencia.
Tus besos entornaron mi ansiedad
e hicieron malabares con mis miedos
hasta hacerme sentir que los temblores
de mi tálamo óptico amainaban.
El único dios bueno, me dijiste
(o leí entre las líneas de tu mano),
es aquel que responde a las plegarias
que no salieron nunca
de los labios de nuestros subconscientes.


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un dios significado en cada cosa,
en los cierres del aire,
en el nudo del árbol,
en la cadena de la producción
o el ojal luminoso de unos labios,
transcendencia enredada en nuestras fibras,
comunión del aliento y el sudor,
que no fuese siquiera,
armonía del cuerpo de los cuerpos,
que apenas estuviese,
humilde umbral entre la acción y el hecho,
tibio crisol trenzando
necesidad y azar:
así yo lo querría si quisiese
reposar la cabeza en un regazo
y tomar de unas manos generosas
los símbolos del mundo definido,
aliviar esta carga de ser nudo
nacido y escuchado, dicho y hecho,
ojo que significa cada cosa

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