jueves, 12 de septiembre de 2013

La botadura de invierno


Por fin bajé ayer a la civilización después de un mes y un poco, y llegué en el momento exacto para asistir a la decadencia post vacacional en todo su jugo. Desde chica me atraen los lugares cuando se quedan desiertos, siempre me quedaba la última para ver el aula vacía o esperaba hasta el final de las fiestas como si los vasos y las mesas mostosas me fueran a transmitir un importante mensaje.

Me produjo un sobresalto estacional ver el chiringuito convertido en piezas sueltas,  esperando a una barca en la orilla. Un poco más tarde llegaron Justo y sus parroquianos remando y sólo nos faltaron un par de acordes de su saxo para adornar ese momento de absoluto, la botadura del invierno.

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