sábado, 4 de mayo de 2013

Escapadas con el hombre sin atributos y su autobiografía inconsciente



Pete Seaward


Clarisse deja de hablarle a Walter cuando toca a Wagner. Mantiene que le altera la esencia y le estropea el carácter. Yo también me convierto en otra cuando leo a Musil.

Después de veinticinco años  me pregunto por qué lo elegí, si me paraliza, si cuando lo leo me siento como si estuviera comiendo una nube de algodón, un aire dulce lleno de hilos sueltos que me dejan las manos pegajosas.

Cada año me lo explico de un modo diferente, empiezo a parecerme a él, o siempre nos parecimos y lo encontré por eso, o simplemente nos pasa lo mismo. Este año he decidido que compartimos una huida: don Roberto también corría delante de la abstracción, y ¡ay cuando lograba escaparse!

Una amiga judía decía que hay que dar muchas veces en la misma piedra. En eso sí he salido ganando. Sus 2000 páginas sin principio ni final crecen y crecen cuando se cortan en pedacitos, pedazos de boli azul, rojo, verde, negro, lápiz, sumados años tras año, que me dan muchas pistas, meticulosas pistas, sobre aquello en lo que estoy de acuerdo y en desacuerdo conmigo misma (y con los demás)

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