viernes, 30 de septiembre de 2011

Y es que algunos días da gusto no querer ser escritora.



Con la edad hago el 99,9 de las cosas que digo que haré, por eso no digo casi nada, pero dije que me sentaría en urgencias el tiempo que hiciera falta y lo he hecho. Además sólo han sido tres horas.

La primera ginecóloga que me ha visto ha puesto cara de susto, no me encontraba el cuello del útero, ha buscado refuerzos y han llegado cinco más. Entre todos lo han encontrado ¡Por fin! Un alivio. Poco después, tras mirarse mucho rato como si estuviesen ante un animal recién descubierto, después de mucho hurgarme mientras me paseaban un ratón por la tripa, después de que hayan puesto el monitor con colores fluorescentes para que viésemos los chorritos eléctricos que soltaba el ser, ha exclamado el más apuesto:

-¡Es un mioma parido!

Y se han relajado los seis.

Cuando mi ginecólogo me diagnosticó una menopausia y me trató con hormonas sobrealimentó al monstruo. Eso durante un año, ¡además me costaban un pastón! Y claro, tanto creció que quería salir, entonces pasó del útero a la vagina y ahora lo estoy pariendo, a trozos y mal. Nada dramático:

-Si los análisis salen bajos te ingresamos y te operamos mañana. Si estás bien hacemos un preoperatorio normal.

Para apuntar en el rabillo del ojo.

Este verano me dí cuenta de que ninguna de las mujeres a las que he leído hablaba sobre la menstruación. Me dí cuenta gracias a Chantal Maillard, que sí habla. Inevitablemente me puse a calcular los ríos de tinta que hubieran corrido si los hombres tuviesen la regla, pero no pasé de ahí. Bueno sí, lo comenté en clase, donde todas éramos chicas aquél día, y no le dimos mucha bola.

Ayer, por casualidad, dí con un comentario sobre El laberinto de la soledad de O. Paz y me reencontré, otra vez, con esa idea atroz de “La rajada” que me sentó como una descarga eléctrica.

Hoy, cuando volvía a casa ¡qué bien se piensa sola y conduciendo! me preguntaba si las mujeres mataremos menos porque tenemos mucha, demasiada, relación con la sangre.

Otros

No sé si tengo algo contra mi ginecólogo, que atiende todos los días a otras cien y me parece un buen hombre que se equivocó. Desde luego los seis que me han encontrado el útero han puesto tanto interés en las pesquisas como yo misma. ¡Qué paciencia para hacerte partícipe de tu cuerpo algunos médicos!

Aunque por aquí nadie se imagina todavía un país sin Seguridad Social ¡Existen! Y los problemas más menudos para la mayoría son atroces.

Que cuente esto puede parecer el acto exhibicionista de una hipocondríaca. Lo es sin duda. Un atentado contra el poco erotismo que me queda. Desde luego. Hasta un síntoma de tacañería; así lo cuento solo una vez: por aquí pasan los amigos y mi médico, y sé que estaban preocupados.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Todas tenemos algo contra nuestro ginecólogo ¿no? para mí no deja de ser un hombre que me mete mano con consentimiento pero sin sentimiento.
El mío ni sonrie, se permite el lujo de mirar mis genitales pero no mi cara, y al terminar me da una palmadita en el muslo como si tratara con un caballo. Muy agradable el caballero, casi como los de antes...

La estanquera

Miguel Baquero dijo...

Tienes toda la razón en que si la regla afectase al género masculino ya habríamos hecho toda una mitología al respecto.

mariajose dijo...

Pues yo tengo un ginecólogo muy majo, simpático y cariñoso que me recomendaron en una urgencia (personal, no el servicio) y ya no he vuelto por la Seguridad Social, ¡yo, que no me fio nada de la medicina privada!. La cosa tiene truco: trabaja tambien en el Miguel Servet,por eso me fio.

Lo de la relación de las mujeres con la sangre puede ser totalmente cierta. Casi mejor que los hombres no tengan la regla, porque si no no saldriamos del tema y la verdad a mi me parece un poco rollo.

Por otra parte, y sobre todo, ¡qué bien que ya tienes diagnóstico y la solución!