viernes, 9 de septiembre de 2011

La taberna del valle de río seco


Las casas del valle han ido creciendo adosando cuartos y cuartitos en las hondonadas de los bancales, son casas que no se dejan ver nunca de cuerpo entero, en esos laberintos vive mucha gente escondida entre sinuosos barrancos y sólo hay un modo de conocerlos, bajar al bar de doña Elena.


Doña Elena es una andaluza sosa, de eso no cabe duda, más que hablar musita, se mueve despacio y nos mira desde tan lejos como a los de la televisión, a la que no quita ojo. Otros días está habladora, y unos pocos al año, cantaora. Canta fandangos cortijeros que ella misma compone, todos llenos de odio hacia su marido que es “un taliban ajumao”.


Lo de que su marido era un taliban ajumao, en cortijero un borracho, nos lo contó hace años, el día que nos contó que el dueño del molino, que era el terrateniente de la zona, era muy bueno porque les dejaba coger las olivas cuando no tenían de otro con qué, el mismo día que nos contó como había sido el proceso de adosamiento en aquella casa y como decidió abrir un bar en medio de ninguna parte:


-Ya que tenía que aguantar a un borracho, por qué no a todos los del valle y me ganaba unas perrillas.


Lo que no imaginaba entonces era lo variada y políglota que iba a ser la clientela. Un domingo coincidimos Inma y yo con un alemán, dos ingleses, y dos chinos. La mayoría llevan años aislados por aquí y cuando hablan en español tienen acento cortijero. El domingo siguiente bajé a por tabaco y allí estaban el militar, la filósofa, Antonio, el otro vecino, con toda su familia, los alemanes, el inglés, los chinos y José, todos revueltos en el mismo corro. Ese día apareció una señora con pamela, muy divertida, santanderina, Pilar, que es la que vive en la casa del depósito rosa.


Desde que su nieta se ha ido a vivir con ella y le ayuda con el bar, Elena está bastante más despierta. Entre las dos cuidan un montón de bichos, se han convertido en las proveedoras de huevos de este lado del mundo, y preparan fiestas con grupos flamencos algunos sábados. Ha sido mi gran error de este verano no bajar a ninguna. Me lo recriminó Pilar.


-Yo no salgo de casa, pero tampoco me pierdo ni una de las fiestas de Elena. Este lugar es la asociación de vecinos del valle. Si quieres que nos tomemos algo mándame un correo. Aunque se ve a la legua que estás tomada por la garra de la soledad.


Me dijo.


Muy maja pero un poco exagerada. Al final tampoco hemos quedado.

1 comentario:

Ester dijo...

Qué ganas de volver a ese bar y a ese molino!!!como el año que viene me quede sin curro, allá que me voy a pintar y a cuidar florecillas.