Prosigamos con las preguntas pues.
Esta, aunque sea la pregunta más absurda que me han hecho, también es la más inolvidable, para contarla tengo que ponerle el contexto, intentaré ser breve.
En Chalatenango no había casi nada para comer y tampoco había luz, agua poca, pero teníamos suerte, llegaba un chorrito. Lo que abundaba en las Minas, que así se llamaba el cantón en el que yo vivía de lunes a viernes, era belleza y tiempo para contemplarla: la cascada, el rió Tamulasco (¡qué río más loco!), aquel puente sin tablas en el que me cure el vértigo porque había que pasar guindado, las flores de las plataneras, muchas iguanas, algún Tepezcuintle (tengo que hablar un día de ese bicho tan raro) y muchos, muchos niños. Pero lo que había en Chalate sobre todo eran era ingenio verbal por arrobas, y tiempo para practicarlo.
Las clases terminaban a las cinco, porque a las cinco y cuarto o cinco y media llueve, unas gotas que salpican hasta la barbilla. Pero un rato después deja de llover y siempre hacíamos una hoguera para preparar café en el porche de la casa comunal . La cena era igual un día y otro; sardinas, tortillas (de maíz) y frijoles, y hasta algún huevo los días de guardar. Solían pasar a compartirla Moris y su hermano, Herman, que eran los vecinos de la champa de al lado. Moris tenía diez años y Herman dos (pero ¡no torcía los clavos ni un grado!. Tenía pasión aquel crío por clavar cosas. Nadie se preocupó jamás por él y él, a cambio, no hacía chandrios ni se daba martillazos).
Una semana me puse estupenda y en lugar se subir sardinas compré un par de latas de jamón york. Pero no las saqué el primer día. A saber por qué. Ya estábamos abriendo las sardinas otra vez cuando Morís me dijo:
-A mi lo que me gusta de verdad son las sardinas de cerdo
A lo que yo respondí una estupidez, la incontinencia verbal, para no reírme supongo.
-¿Y tú has comido leche frita?, le dije
A lo que me contestó raudo el chamaco
-¿Y tú?¿has bebido tú agua en polvo?.
Esta, aunque sea la pregunta más absurda que me han hecho, también es la más inolvidable, para contarla tengo que ponerle el contexto, intentaré ser breve.
En Chalatenango no había casi nada para comer y tampoco había luz, agua poca, pero teníamos suerte, llegaba un chorrito. Lo que abundaba en las Minas, que así se llamaba el cantón en el que yo vivía de lunes a viernes, era belleza y tiempo para contemplarla: la cascada, el rió Tamulasco (¡qué río más loco!), aquel puente sin tablas en el que me cure el vértigo porque había que pasar guindado, las flores de las plataneras, muchas iguanas, algún Tepezcuintle (tengo que hablar un día de ese bicho tan raro) y muchos, muchos niños. Pero lo que había en Chalate sobre todo eran era ingenio verbal por arrobas, y tiempo para practicarlo.
Las clases terminaban a las cinco, porque a las cinco y cuarto o cinco y media llueve, unas gotas que salpican hasta la barbilla. Pero un rato después deja de llover y siempre hacíamos una hoguera para preparar café en el porche de la casa comunal . La cena era igual un día y otro; sardinas, tortillas (de maíz) y frijoles, y hasta algún huevo los días de guardar. Solían pasar a compartirla Moris y su hermano, Herman, que eran los vecinos de la champa de al lado. Moris tenía diez años y Herman dos (pero ¡no torcía los clavos ni un grado!. Tenía pasión aquel crío por clavar cosas. Nadie se preocupó jamás por él y él, a cambio, no hacía chandrios ni se daba martillazos).
Una semana me puse estupenda y en lugar se subir sardinas compré un par de latas de jamón york. Pero no las saqué el primer día. A saber por qué. Ya estábamos abriendo las sardinas otra vez cuando Morís me dijo:
-A mi lo que me gusta de verdad son las sardinas de cerdo
A lo que yo respondí una estupidez, la incontinencia verbal, para no reírme supongo.
-¿Y tú has comido leche frita?, le dije
A lo que me contestó raudo el chamaco
-¿Y tú?¿has bebido tú agua en polvo?.
6 comentarios:
Qué otras vidas de macondos ha vivido usted!
Queremos más!!!!
Eso digo yo, queremos más.
Llevo un rato dándole vueltas a la cabeza a como se pedía el agua en Guatemala, que recuerdo que era un lio, pero no recuerdo cual.
Un beso, Miriam G.
Más Comalas que de Macondos. ¡Muy pocas!. Bueno he vivido muchas pero leyendo.
En El Salvador Comala se llamaba Alegria.
Un día cuando estabamos llegando a Alegria, entre nubes de polvo, con doscientosmil más en un picap, una amiga salvadoreña y buena conocedora me dijo: "mira, estamos llegando a Comala". Y yo vi enseguida que no mentía.
Hola Miriam lo del agua ¿podría ser "me regala un buchito seño"?
Luego consulto, cuando venga Padilla.
Interesante relato
Leo te vi el otro día conectado en el Messenger
pero no estaba delante de la pantalla y cuando volví ya no te encontré. Contigo me pasa como con Ana que os veo en las fiestas pero siempre al fondo del salón. Ah, no es más que una anécdota, nada de relato, sabido es que las mujeres sin atributos no hacen literatura.
jajaja
no seas medesta que las mujeres sin atributos escriben muchos relatos, solo que aún no en papel... tiempo al tiempo...
bss
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