jueves, 31 de marzo de 2016

A la tercera va la vencida.







Mariana Robles, nuestra profesora de yoga, está consiguiendo que ese montoncito de carne acalambrada que tenía bajo la barbilla se ordene. Tripas, piernas, vertebras, cuello, vejiga, hombros, brazos, antebrazos, manos y dedos del píe han comenzado a solicitarme cambios de postura, se quieren estirar sin previo aviso, renuncian a mis naturales retorcimientos y, ahora mismo, se han convertido en un coro que me quiere llevar a nadar. He descubierto de golpe trescientos músculitos más y estoy decidida a conservarlos. Después de tantos años sin tener apenas noticias del cuerpo el reencuentro ha sido un poco desconcertante, como ocurrre con los más conocidos cuando ya se han vuelto extraños.


Siempre quise ser la que leía en el jardín desde temprano, me daba pelusilla encontrarme a Inge o a René o a María Jesús allí desde el punto de la mañana y volverme a la cama hasta las tantas. Todo llega. Espero que el insomnio no me desbarate los horarios, porque me gusta esa otra manera matinal de estar en danza, me gusta que ocurran cosas mientras los demás siguen durmiendo.



lunes, 28 de marzo de 2016

Preguntándome mientras riego





Debajo de éste jardín había otro jardín que está saliendo. Menos mal que esperé, que metí el pico pero poco, porque lo que parecía cesped eran orquídeas, y lo que parecian malas hierbas margaritas de las de verdad. Estamos averiguando sobre la viejita que lo habitaba, Gonzalo a través de la vecina y yo mirando cada centímetro boquiabierta, soy un Sherlock Holmes vegetal: ¿Qué novelas leería mientras escondía bulbos? ¿Qué pensaría de los monólogos de los bolitos que se tumban en la acera? ¿El centro de su vida era este trozo, qué pasaba aquí? ¿Leería Bajo el Volcán?

Creo que podré imaginar algo cuando conozca a la vecina. su amiga, que pasaba a tomar el té y a prácticar inglés con ella todos los días.







domingo, 27 de marzo de 2016

Hay cosas verdaderas que no han ocurrido nunca.






La Semana Santa en que descubrí a Christos Ikonomou, se va a llamar ésta. “Algo va a pasar, ya lo veras” me ha parecido el mejor libro de relatos que he leído sobre “nuestro tiempo”. El órgano de la escritura es la oreja y él autor ha sabido escuchar al hambriento coro Griego de estos días. Desvelar lo esencial de lo común es misión de la literatura.


El título es Ikonomou (para muestra un botón)

viernes, 25 de marzo de 2016

Seguimos





Puedo reconstruir a donde he ido y qué he hecho, pero no sé bien dónde he estado cuando mi pequeño equipo neuronal se toma días de silencio, (lo hace aquí, allá y acullá). Es un descanso dejar de recibir noticias mías, que es exactamente lo que ocurre cuando no escribo, o cuando no rumio para escribir. Que todo esté pegado como un papel film a lo concreto tiene sus ventajas: notar más la respiración, los músculo, los sabores, los sonidos, la luz.

Todavía hay momentos en los que me digo: estoy en México. Sin embargo, el vienes, comiendo chile en nogada en un ranchón pensé: estoy en América Latina, porque los ranchones no gastan nacionalidad, siempre tienen enfrente el mismo barrio, de colores vivos pero tristes por el amianto, y suenan Rocio Jurado, Julio Iglesias y José Luis Perales, y pasan mismas gentes: los que venden dulces, los que venden cigarrillos, los que venden paletas, piñones, caramelos, pañuelos de papel, cerillos, especias, perfumes... No encuentro estadísticas ahora, pero hay millones de latinoamericanos de todas las edades que amanecen con veinte pesos, un euro, y ocupan el día intentando convertirlos en treinta, cuarenta, cien con suerte. Se llama el rebusque. Todos los días sueñan con que quede más para invertir más al día siguiente, pero lo que suele ocurrir es que queda menos y hay que “prestar” (de esas necesidades sabía mucho el asqueroso banquero Yunus). La versión más cruel del cuento de la lechera es la que escribe día a día la biografía de esos latinoamericanos que no pueden escapar de la neurosis numérica si quieren sobrevivir. Buena parte de ellos peregrina por los ranchones.

Más tarde fui a la presentación de un libro, en Profética, una librería con bar que es el centro de encuentro intelectual de la ciudad, y me dije, ahora no estoy en ningún sitio exactamente. Ese espacio podría estar en cualquier país, esas gentes, esa tarde preocupadas por la tierra, por la aculturización, por las rapidísimas pérdidas de especies, por los agricultores, menos mal, también abundan aquí.

Entonces alguien me invitó a seguirla en su casa y dos cuadras más allá llegamos a un patio del siglo de oro: sin remozar, rodeado de torres, lleno de unas hojas tan grandes que a la fuerza llevaban cuatrocientos años creciendo. Inevitable la conversación fue sobre México y España, tal vez se inició en ese patio cuando se sembraron los tiestos. Y tuvimos grandes carcajadas. Hubiese matado por recordar lo que se contó, pero fue tanto que sólo retuve la categoría de pendejo periférico, hay cientos de categorías, y aquel ejemplo sobre las ganas de convencer de los mexicanos: le van a vender un curso de inglés a alguien que dice que ya sabe y el raudo méxicano le argumenta: razón de más para que lo compre, lo va a entender todo.

Y ya me volví a la mansión modernista, la morada proteica donde tan pronto hay yoga, como trabajo, como planes de trabajo, como ensaladas de nopal. Hasta viajes a la danza para recibir a la primavera con percusión; el sábado tuvimos Fandango Jalocho, tamales y pulque, la cabeza necesita oír ruido sincronizado por estas fechas.


Hoy toca lectura; “Algo va a pasar, ya lo verás”, de un griego, Christos Ikonomou, aromátizada con azahar y soneada por muchos pájaros.





jueves, 17 de marzo de 2016

Con la ayuda de Cirlot.


Creo que nunca había tenido un Zipo, ni una imitación, pero ese ayer me estaba esperando. Para empezar parece que se ha escapado del logo de la Escuela, pero además tiene un ocho. Del ocho decía Cirlot en el diccionario:


Ocho. — Octonario, dos cuadrados u octógono (44). Forma central entre el cuadrado (orden terrestre) y el círculo (orden de la eternidad); por ello, símbolo de la regeneración. Por su figura tiene relación con las dos serpientes enlazadas del caduceo (equilibrio de fuerzas antagónicas; potencia espiritual equivalente a potencia natural) (55). También simboliza, por dicha causa formal, el eterno  movimiento de la espiral de los ciclos (doble linea sigmoidea, signo del infinito) (9). Por su sentido de regeneración fue en la Edad Media número emblemático de las aguas bautismales. Además, corresponde, en la mística cosmogónica medieval, al cielo de las estrellas fijas, que simboliza la superación de los influjos planetarios.



No había visto plumas de pavo real desde la infancia en los libros de mi madre. Bueno, sí, en la champa de unos viejitos, en La Libertad. Por si fuera poco impresionante el paraíso con flores que cuidaban, de pronto aparecieron por allí unos cuantos pavos reales y yo tuve la  impresión de que ya me había muerto. 

Dice Cirlot:

Pavo real En las monedas romanas, designa la consagración de las princesas como el águila la de los C é s a r e s (8). La cola del pavo real, particularmente en el emblema LXXXIV de la Ars Symbolica de Boschius, aparece como símbolo de la unión de todos los colores y de la totalidad (32). Se explica, por ello, que en el arte cristiano aparezcan simbolizando la inmortalidad (20) y el alma incorruptible (6 ). El frecuente m o t iv o de los dos pavos s i m é t r i c a m e n t e situados junto al árbol cósmico — tema que pasó de Persia al islam, de ahí a España y Occidente — expresa la dualidad psíquica humana (Géminis) recibiendo la vida del principio de la unidad (6). En el horario  místico, corresponde al crepúsculo (50). En la mitología hindú, las alas del pavo real, sembradas de formas que parecen ojos, representan el firmamento estrellado (50).

miércoles, 16 de marzo de 2016

La Morada III




Los de la exposición se dejaron ese cartel señalando hacia mi celda. Y yo oigo y obedezco. Ayer me encerré a repasar  con Vazquez Montalban, que es  quién más y mejor me orienta en estos asuntos de la literatura y el periodismo.  Leer es también estar en ningún sitio o instalada en la luz naranja que entra a las cinco en éste cuarto. Las ventanas, ¡qué buen tema! Todos deberíamos  prestar más atención a nuestras ventanas, hablar más de ellas.


Juan dice que todos mienten, que a los mexicanos también les apura el picante, y que en realidad se trata de una adicción. 

-El chile es como el amor, jode pero es rico, y vuelves y vuelves entre otras cosas porque produce serotonina. Y esas dos son las mejores medicinas, el amor y el chile.

Dice el chamán de la morada. (que también dice que es tan oscuro que sale muy poco en las fotos)




Creo que ya está ordenado el patio trasero.

lunes, 14 de marzo de 2016

Los lunes del Lado B(ueno)



Ahorita nos ha contado Ambar la historia de una señora sobre la que va a escribir un reportaje. La señora venía de una familia alfarera y se casó con un vidriero. La tradición la obligó a cambiar de oficio y el cristal casi la mata, pero ni el marido ni sus parientes  podían admitir que volviera al barro. Un buen día se decidió. Le ha ido muy bien. Sus piezas son cotizadas y anda en papeles universitarios.

-Pero se divorció del cristalero.

Hemos preguntado todas.

-No, con el wuey anda.

Lezama me ha ilumidado la historia de la alfarera.  La cultura es el paisaje, decía mi abuelo cubano.  Y los trastornos que causó en la alfarera pasar de lo denso, de lo opaco, a lo traslúcido, vienen a ser los mismos  que causó la determinación de la rama vasca, decididora y multiplicadora de matas toscas de azucar,en la rama criolla; minuciosa, delicada, cultivadora de tabaco y de miel azul.

Es un buen lugar un periódico para disfrutar historias y platillos. También nos ha descubierto Karen hoy que la legislación mexicana atenúa la pena por aborto si la gestante ha sabido ocultar el "producto" y el marido no es el padre. 

domingo, 13 de marzo de 2016

Entre volcanes.



¿Por qué hay tanta vida en las azoteas de Marruecos y aquí ninguna? ¿Qué diría Bachelard de que los mexicanos no escalen a la cabeza de los edificios? Sobre todo si desde allí se ve el Popocatépelt y el Iztaccihuatl, su novia dormida. Ésta mañana he puesto el despertador para hacer una excursión a los altos y ver amanecer en los volcanes, pero estaba nublado y he seguido con las memorias de Syra Alonso, que terminan cuando vuelve a refugiarse a México con sus tres hijos. Las he leído despacio, no se digieren fácilmente los desmanes históricos que atravesaron su vida. Ahora me queda preguntarle muchas cosas a Tuss, su biznieto, sobre como han vivido los descendientes de Syra hasta llegar a él. Pero el gusanillo es encontrar lo que escribio sobre México la primera y la segunda vez.


Ésta semana voy a ir a Cholula a comprar una flecha Chichimeca como la que me regaló Joselín y yo le regalé a Arturo Chou. Estoy en época de necesitar objetos imantados. (entonces también subíamos al tejado del baño con una escalera de palo para ver amanecer en el volcán de San Salvador). Y me toca investigar sobre el xochinacatle, una hierba que, según Syra Alonso, hace hablar mucho (para evitarla). También voy a visitar con Rubí el Cuexcomatl (olla de barro o lugar para guardar) el volcán más pequeño del mundo está en su barrio.

sábado, 12 de marzo de 2016

Más José Carlos Becerra






Sueño de navidad

¿De qué orden nos ufanamos?
¿De qué orden divino nos ufanamos?
¿Qué movimiento superior a la insigne codicia del alma y a los
   (asuntos del Poder
nos transmite su ritmo?

Blasfemen en voz baja como si temieran no ser escuchados por
   (sí mismos,
blasfemen a coro bajo la sombra de los cohetes, bajo la sombra
   (del brazo extendido de Aquel que preside la Asamblea,
cuídense de los falsos profetas,
ámenlos hasta incurrir en el odio, ódienlos hasta incurrir en
    (la Vida.

Estoy sangrando por los cinco sentidos,
por el olfato y por el gusto, por el tacto, por la vista y por el
   (oído,
sangrando por el nacimiento y la muerte,
estoy sangrando por el color que no tiene la sangre,
por la hemorragia del vacío, el salto de cada uno de mis sen
   (tidos,
la antorcha que apago con el oído o con el olfato.
   (quiera de mis cinco huecos
por donde el aire, la Historia o lo que sea,
circula libremente.
Haciéndole nudos a la sangre, comiendo hacia afuera, vomi-
   (tando hacia adentro lo que llamamos la verdad del mundo.
A la luz encendida del silencio, observándome,
viéndome correr de un lado al otro de mi respiración, de mis
   (argumentos para vivir,
vaciándome hacia el centro de mis intestinos espirituales,
la hermosa mentira de la primera inocencia,
la manzana que nadie acaba de comer porque tiene que cubrir
   (se con ambas manos
y con lo que dice y con lo que escucha,
aturdido por el manoseo de esa falsa inocencia,
alimentando esta materia, este orden loco e inexorable, este mo
   (vimiento total.

Ah, la sangre y su rapto de sirenas,
su coro de espumas donde las playas se asemejan a mujeres ten-
didas;
ah, el Arte y su canto de sirenas,
sus ángeles ocultos por el polvo que levantan con el batir de sus
     (propias alas;
huellas y cicatrices de ríos, mujeres tendidas a lo lejos,
y todo aquello que sentimos del mar,
de ese oleaje lejano que a veces nos despierta, que a veces hu
      (medece nuestro pecho.

Ah, la fornicación del alma con el sueño,
con su señor que parece su esclavo porque usa cadenas en los
      (tobillos y en los puños,
y pregunta la hora sin levantar los ojos del abismo o suelo don-
      de está caminando.

Los grandes usureros, los días contados del rey, los días con-
       (tados del vientre de la esposa del rey,
los huesos plantados al amanecer con sigilo y con tristeza,
la sonrisa del mesero del bar, el ruido de los autos, la tonada
        (de un anuncio comercial;
todo sangra en mis cinco sentidos, todo es sangre de mis cinco
        (huecos,
todo entra y sale por los huecos de mis cinco sentidos.

Canta la noche a ritmo de fantasmas,
a temblor de cuerpos enlazados, a temblor de cuerpo que copula
        (con su alma
como dos bellos monstruos irreales y tibios.
Canta la noche, cantan las lágrimas,
cantan los árboles de blancos muñones a lo largo de las ave-
        (nidas.

Blasfemen, has que vuestra palabra tropiece con aquello que
        (dice;
tírenle piedras a los buitres que se paran en los tejados del
        (alma
y desde ahí nos acechan.

Canten, cantes ustedes, poetas,
charlatanes del designio, buscabullas del lenguaje, bufones;
abran las llaves de vuestros cantos y ahóguense bajo ellas.
Descarrilen la oración de los templos, dinamiten el idioma de
         (vuestra ciudad,
logren el corto circuito en el sueño,
los Honores de Ordenanza déjenlos sin gasolina en mitad del
         (desierto.

Blasfemen bajo la lluvia, bajo los arcos de la alabanza, en los
         (puentes de la mujer desnuda,
en la arena movediza de cada poema,
en el coro negro del insomnio.

Un canto, un canto como una piedra;
un muerto echando a andar su tumba.


viernes, 11 de marzo de 2016

miércoles, 9 de marzo de 2016

Diluvia en Puebla.




Puebla está diseñada para que cuando haya sol en una acera en la otra de la sombra, menos hoy, que está diluviando. Su mapa es una malla perfecta: Norte, Sur, Oriente, Poniente. Conocer la ciudad es conocer las intersecciones y sus redículas gremiales: la diez con la cinco si buscas un cable, eso se llama “La plaza de la computación”, por aquí, en la 3Sur, tenemos imprentas y papelerías, pero hoy me he comprado un cuaderno en una de las del centro, en la zona neta de las papelerías, no sé en qué intersección, ni en qué contabilidad, ni en qué sueño, ni en qué época. Nunca había visto tantas cosas juntas. 

El chico que me ha enseñado los cuadernos me ha dado un papelito con el número 44 cuando he elegido el naranja, he ido con el número a la caja y me han dado otro, el 16, con el que he pasado por paquetería para recogerlo. Las señoras, casi siempre mayores, que están en paquetería viven de las propinas. Es una metáfora perfecta de la situación laboral que perdura y se agrava en el Siglo XXI: hay más empleados que clientes porque apenas cobran. También hacemos cosas así de inútiles, aunque más disimuladas, los pobres del norte. No hay trabajo, pero hay necesidad de comer y ganas de esclavos. El hambre con las ganas de comer, que decía mi madre. Y ya que nos remontamos a mujeres del siglo pasado hay que releer a Simone Weil y a Hanna Arendt prediciendo con exactitud, hace cien años, que esto iba a recrudecerse con la revolución tecnológica que venía. O quizá habrá que volver a ver el capítulo en el que pedalean los de Black Mirror para ganar un sueldo.

Pero volviendo a Puebla, parece mentira que fuera fundada sesenta y un años antes de que naciera Descartes, que no tuvo noticia de su existencia. Está situada entre volcanes, con la punta del cono económico en el Zocalo, y todo se mide por la distancia hasta ese axi mundi. En el plano de la oficina de turismo no aparecen calles más allá de la 25, donde empiezan las líneas rojas, la frontera con el más allá. Afecta vivir en una ciudad precartesiana.  Hibridación de las matemáticas mayas y los afanes colonialistas, me gusta imaginar, aunque sé que no, que colonialista sólo. Me pongo muy geométrica y muy pitagórica por aquí, donde veía objetos veo cuatros, nueves, sietes y cincos.

Por cierto, que donde los Salvadoreños dicen “mero” los mexicanos dicen “neto”. Ayer, en el autobús “cremita”, cuando volvía de la universidad, tuve un tremendo ataque de nostalgía salvadoreña. O quizá fue un inmejorable recuerdo de cuando tenía treinta años.

Siempre se tarda mucho en llegar, por fin he comprado un cable nuevo, he pasado un mes de delicadezas para que no hiciera contacto el cargador, que me desconectaba cuando  quería. Una tensión que ha durado hasta esta mañana, cuando me disponía a escribir y de un tropezón lo he segado desde el cuello. Pese a la perfección de la cuadrícula poblana logro perderme, hoy he tirado a la 3Norte por error y he descubierto los puestos de pescado. Mañana cambiaré de botas.

Todo el mundo va muy abrigado, hasta bufandas he visto. Me he pegado la mañana trasegando cuadrículas, cuando arreciaba el agua me metía en alguna iglesia, me arrimaba a una plancha de chalupas o me reanimaba con el musicón desgarrado de una zapatería. Hace un día para pasar la tarde en la cama viendo llover y leyendo los buenos libros del Escarpa, también a eso he venido. O quizá vuelva a ver Dead Man. El otro día la tranquilidad de Juan Cruz Moctezuma, que me inició en el primer mezcal con gusano, me recordó al William Blake de Jarmuch. Fumo mucho menos, compro los peores cigarrillos y los escondo en el cajón de la cocina. Además  Mariana, la profesora de yoga, me colocó los hombros ayer, y aún no se han desencajado.


martes, 8 de marzo de 2016

Hay que acuerparse para pensar,




Han dicho Mina Lorena Navarro y Raquel Guriérrez Aguilar ésta mañana, en una conferencia titulada “Luchas por lo común y horizontes comunitarios”. Acuerparse no es exactamente acompañarse, no es sólo acompañarse, es recuperar el organismo más grande, al que el ser humano siempre había pertenecido.

Luego ha intervenido un chico de Tabasco, que decía con tanta propiedad, que algunos hemos oído hablar por primera ver “modernidad forzada”. Y eso fue exactamente lo que ocurrió y sigue ocurriendo: aculturización por modernidad forzada.

Está bien interesante el encuentro de sociólogos, mañana he elegido las religiones en América Latina, nada menos.

Añoche llegaron doscientos estudiantes por aquí. Yo me acuerpe con los de Monterrey y los de Tabasco. Ya al final hasta les encontraba las diferencias. Pensamos mucho, los chamaquitos piensan mucho, es hermosa la gente joven. Bueno, a mí me gusta toda.

P.D. Bien pensado tener cesped es inmoral tal y como estamos con el agua, así que no tiene ninguna importancia que se lo acabaran bailando cumbias.




sábado, 5 de marzo de 2016

Robert Frost





El pasto

Me voy al pasto a desbrozar la fuente;
a rastrillar las hojas, nada más
(y ver si aclara el manantial, quizás):
No tardaré, ven tú también.

Me voy en busca del becerro nuevo
junto a su madre. Apenas ha nacido;
se tambalea porque ella lo ha lamido.
No tardaré. Ven tú también.

De "Algo Hay que no Es Amigo de los Muros" Robert Frost. Traducción Rhina P. Espaillat. Editorial Conaculta.

viernes, 4 de marzo de 2016

Deberíamos incluir en nuestra dieta un día sin electicidad a la semana




Lleva tres días lloviendo y ayer nos quedamos sin luz. La electricidad es el sistema nervioso de las casas y cada tanto tiempo colapsa.

Como en Huachinango, el pueblo de los electricistas que se queda a oscuras, nos pusimos  a platicar. Mientras nos comíamos una papaya mirando llover, Mely me contó la agria experiencia de esa misma mañana. Había salido a correr al estadio cercano a su casa, no tenía el coche y para llegar tiene que atravesar una zona bien feya. Pero aún así se animó a ir, es consciente de que  muchos años cubriendo feminicidios le han dejado secuelas, pero se quiere enfrentar al miedo, colocarlo de a poquitos y donde haga falta y no a guacalazos. En una de esas calles feas no había más que un hombre; unos cuarenta, canoso, bien vestido, y Mely empezó a tener miedo. Tuvo mala suerte estadística, el hombre, como el ¿cincuenta, sesenta, setenta, ochenta por ciento? hubiera hecho, la acosó con un gesto  y le dijo una grosería. ¡Qué cantidad enorme de malestar, de miedo acumulado! ¡Sabran lo que provocan!


Diz que es electricista el señor que cuida el garaje de la puerta de al lado, al menos es electricista uno de los dos, porque son gemelos idénticos y trabajan en el mismo sitio. Sospechamos que ayer nos tocó el hermano que no era. De nada sirvieron nuestras sagaces hipótesis sobre donde se ocultaba el corto circuito. Diagnosticó que nos habían cortado la luz, y no era así, para ocultar que no era el hermano electricista.

Me he acordado de cuando la lluvia decidía dar fiesta a los agricultores y ese día se llenaba a deshoras el bar de mis padres. Sin luz no hay quién haga un periódico. A las cuatro o por ahí todos se han ido a casa y poco después ya he tenido que empezar a encender velas, que como decía, al menos una vez a la semana me parecen balsámicas. 

Por fin esta mañana ha arreglado el entuerto un electricista capáz de interpretar este galimatías, Primitivo.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Perspectiva


Da vértigo mirar al techo, tanta altura amerita preguntarse cómo eran los que encargaron ésta, éstas casas. Temerían dar un estirón místico de golpe y estamparse la mollera.



Cuando era niña mi madre marcaba los libros de papel cebolla con plumas de pavo real. 



martes, 1 de marzo de 2016

De oído





Marimbas, vocinas, dos simulacros de incendio, a la señora que canta tamales y da las tres y media, a un niño que habla llorando y me pone muy nerviosa, a un bolito desesperado, el viernes, todo el día, los cortejos adolescentes del Liceo Carlos Fuentes, que da justo a la ventana de mi habitación, rancheras, pájaros, excavadoras, helicópteros, broncas de maestros, cantos religiosos, timbres, silbidos, el motor del agua, las carcajadas, las entrevistas, y las exclamaciones de los compis del Lado B, algunas conversaciones sesudas y muchas conversaciones normales se oyen en este jardín, que tiene la oreja bien abierta a la calle.

Cuando suena música sale por esa tubería transformada en altavoz.