lunes, 17 de junio de 2013

Unos buenos consejos de Agota Kristof




A Agota Kistof la conocí gracias a Javier, hace años, uno de esos días en los que le pido auxilio  para salir del bucle.

"De ti, espero que vayas a mejor y que reflexiones sobre esas lecturas abruptas que te empapuzas, para mí, agentes, tanto de la gripe como de tus episódicos desconciertos"

Me decía en un correo, también viejo, que está entre mis favoritos.


Volví a leer Claus y Lucas y ha vuelto a sorprenderme la originalidad y exactitud del plural  con el que está escrita.  Sin duda estas dos páginas son las que me han gustado (gustado no se debe escribir) más:

Nuestros estudios 

Para nuestros estudios contamos con el diccionario de nuestro padre y la Biblia que hemos encontrado aquí en casa de la abuela, en el desván. 

Damos lecciones de ortografía, de redacción, de lectura, de cálculo mental, de matemáticas y hacemos ejercicios de memoria. 

Usamos el diccionario para la ortografía, para obtener explicaciones y también para aprender palabras nuevas, sinónimos y antónimos. 

La Biblia nos sirve para la lectura en voz alta, los dictados y los ejercicios de memoria. Nos aprendemos de memoria, por tanto, páginas enteras de la Biblia. 

Así es como transcurre una lección de redacción: 

Estamos sentados en la mesa de la cocina con nuestras hojas cuadriculadas, nuestros lápices y el cuaderno grande. Estamos solos. 

Uno de nosotros dice: 

—El título de la redacción es: «La llegada a casa de la abuela». 

El otro dice: 

—El título de la redacción es: «Nuestros trabajos». 

Nos ponemos a escribir. Tenemos dos horas para tratar el tema, y dos hojas de papel a nuestra disposición. 

Al cabo de dos horas, nos intercambiamos las hojas y cada uno de nosotros corrige las faltas de ortografía del otro, con la ayuda del diccionario, y en la parte baja de la página pone: «bien» o «mal». Si es «mal», echamos la redacción al fuego y probamos a tratar el mismo tema en la lección siguiente. Si es «bien», podemos copiar la redacción en el cuaderno grande. 

Para decidir si algo está «bien» o «mal» tenemos una regla muy sencilla: la redacción debe ser verdadera. Debemos escribir lo que es, lo que vemos, lo que oímos, lo que hacemos. Por ejemplo, está prohibido escribir: «la abuela se parece a una bruja». Pero sí está permitido escribir: «la gente llama a la abuela "la Bruja"». Está prohibido escribir: «el pueblo es bonito», porque el pueblo puede ser bonito para nosotros y feo para otras personas. 

Del mismo modo, si escribimos: «el ordenanza es bueno», no es verdad, porque el ordenanza puede ser capaz de cometer maldades que nosotros ignoramos. Escribimos, sencillamente: «el ordenanza nos ha dado unas mantas». 

Escribiremos: «comemos muchas nueces», y no: «nos gustan las nueces», porque la palabra «gustar» no es una palabra segura, carece de precisión y de objetividad. «Nos gustan las nueces» y «nos gusta nuestra madre» no puede querer decir lo mismo. La primera fórmula designa un gusto agradable en la boca, y la segunda, un sentimiento. 

Las palabras que definen los sentimientos son muy vagas; es mejor evitar usarlas y atenerse a la descripción de los objetos, de los seres humanos y de uno mismo, es decir, a la descripción fiel de los hechos.