domingo, 7 de septiembre de 2014

¿Qué leería?


Quedan pendientes manjares suculentos. Me cuentan cosas que no sabía y la memoria de todos es como esa pelota que botando dibuja la cara sonriente del coronel en Paradiso.

Mi prima Marí Cruz la recuerda recitando, tenía buena voz y muchos ritmos. María Jesús decía estos días que ,ella sola, hubiera podido hacer todos los personajes de un a novela radiada. “Un duro al año” era el poema que recordó Marí Cruz. Enseguida lo encontré pero no segui buscando información porque al día siguiente había quedado con Javier , que me trajo un alijo de palabras imprescindibles. Nada más mencionarle Eusebio Blasco se entusiasmó y me contó su importancia.

¿Qué leería? Lo que sí imagino es de dónde sacaba los libros, las casas de sus vecinos, de Luis, de Carmen, de María Jesús, tenían buenas bibliotecas. Emma me contará.


Un duro al año
Monte arriba, cara al viento,
buscando reposo y calma,
ibame yo muy contento,
dándole descanso al alma,

y cuando al alto llegue,
y al dar la vuelta a la cima,

un rebaño me encontré
que se me venía encima.

Avanzaban las ovejas
marchando al paso tranquilas,

y pasaban las parejas
al sonar de las esquilas:

y a los últimos reflejos
de los rayos vespertinos

las vi perderse a lo lejos
por los ásperos caminos.

Detrás de ellas, lentamente,
dando al aire una canción

y sacando indiferente
su mendrugo del zurrón,

venía un pastor, un niño,
un imberbe zagalejo,

que me inspiró ese cariño
que es tan súbito en un viejo.

-¡Hola! ¿eres el pastor?
-Sí señor, ¿qué se le ofrece?

-¿tienes padres? -no señor.

-¿cuantos años tienes? - Trece.

- ¿Y cuanto ganas, amigo?
- Un duro. - ¿al día? ¡anda maño!

- ¿Un duro al mes? - ¡que no, digo!

- ¡Un duro al año!

II
Le dejé que se marchara
y en el monte me senté,

y avergonzado, la cara
en las manos oculté.

Pasaron por mi memoria
templos, palacios y reyes,

los aplausos y las glorias,
los discursos y las leyes,

los millones del banquero,
las fiestas del potentado,
réditos del usurero,

ladrones en despoblado,
fortunas mal heredadas
en el tapete perdidas,

cortesanas celebradas
de ricas galas prendidas,

los que de lujo se afanan,
tantas glorias, tanto daño...

y en tanto hay seres que ganan...
¡Un duro al año!

III
¡Un duro! ¡OH Dios! ¡Cuantas veces

lo habré derrochado Yo,

en miles de pequeñeces

que mi gusto me perdió!

en comer y no tener ganas,

en caprichos, en favores,

en vanidades humanas,

en guantes, coches y flores,

en un rato de placer,

en un litro sin valor,

en apostar, en beber,

en humo, en un buen olor...

Y ese duro que se olvida

En cuanto correr se deja,

era un año de la vida

de aquel niño que se aleja...

Y vi que somos peores

todos los seres humanos.

unos, falsos soñadores;

otros, falsos puritanos

todos en el daño iguales;

ante las llagas sociales;

y hay seres que, en esa edad

que ignoran su propio engaño

deben a la humanidad...

¡Un duro al año!

IV
¡No! Mientras el frió enero,

en una espantosa noche,

mi prójimo, por dinero,

me lleve a mi casa en coche;

mientras de la mina obscura

saque el carbón tanta gente,

pasando tanta amargura

para que Yo me caliente;

mientras de la alegre fiesta

salga Yo, que siento y creo,

y al pobre que me moleste

le mande airado a paseo;

mientras derroche la moda,

y se gasten, grande o chico,

mil duros en una boda.

Mil en entierros del rico,

y hasta el sol desigual sea

en dar al hombre sus rayos,

y hayan niños con librea

que me sirvan de lacayos

ni creo en leyes humanas

ni en el que las bombas tira...

¡Palabras! Palabras vanas.

¡Mentira, todo mentira!

No hay a las penas consuelos;

¡sufrir y siempre sufrir!

¡El Cristo se fue a los cielos,

pero volverá a venir!

Y ha de subir a mil codos

mas alto el nuevo diluvio,

y en el moriremos todos;

y más altos que el Vesubio

nos a de ver impasible

ese niño, ese pastor,

ya convertido en terrible

ángel exterminador,

y entre torrentes de lava

gritara de su alto escaño:

-Yo soy aquel que ganaba

¡Un duro al año!

V
Así a mis solas decía,

Solo, en la cumbre del monte,

Mientras el sol se escondía

en el rojizo horizonte,

en la sombra se ocultaban

lentamente las aldeas,

y allá lejos humeaban

las fabriles chimeneas,

entre el ruido y movimiento

de las modernas ciudades,

resumen triste y cruento

de las necias vanidades...

Y allá, perdido en la plana,

Cantando, tras su rebaño,

iba aquel niño que gana

¡Un duro al año!


Eusebio Blasco (1844 - 1903)