domingo, 18 de enero de 2009

¿Cuántos peldaños tenía la casa de Margarita Wittgenstein?



El Concursante 

Vi El Concursante anoche,  ya palpitaba el despertador hace dos años, pero esta película  hasta ha cambiado de género, ¡ya lo siento!,  el tiempo la ha hecho más verosímil, ya es realista del todo y para todos, ha llegado la hora, dentro de cinco minutos sonará otra vez una alarma. 
 Cómo estoy susceptible las cazo al vuelo y oí que la Cayetana decía en la presentación del programa: 
-ahora que se habla casi todos los días de la crisis.
Y ese casi me chirrió en las entretelas.
Y me gustó mucho, mucho, el director, Rodrigo Cortés,  pero también tuvo un patinazo hablando de los blogs. Dijo, más o menos, que no entendía por qué había gente que se levantaba y se ponía a contar de qué color era su ropa interior o lo qué pensaba de tal película. 
Lo de la ropa interior me recordó aquel pijama de Roque Daltón que pusieron en una vitrina, en una fiesta selecta del FMLN.  Después ni intenté calcular los millones de detalles sin importancia que llenan los archivos universitarios: todos conocemos investigaciones, que yo llamaría patológicas, que nos informan sobre a qué hora se cortaba fulanito, gran autor, las uñas. Me niego a considerar que tenga importancia la ropa interior de nadie, genial o no. Sin embargo tengo la impresión de que cada cual puede anotar lo que le plazca, incluido esto, en su libreta. 
(Rodrigo Cortés sólo metió la pata,  no es el culpable de toda esta rabia y esta necesidad de aclarar que en mi libreta escribo lo que quiero, y que no me importa todos los días la fortuna creativa y la calidad literaria, una suerte como otra cualquiera) 
El INEM: 
Estuve sentada frente a un señor imbatible durante tres horas, vi cómo se reconstruía, entre número y número, para poder estar a la altura del siguiente paciente. Cada uno de nosotros desató su climatología gélida desde la otra silla, cada historia era un vendaval distinto que le obligaba a agarrarse al borde de la mesa;  lo hacía disimulando. 
No perdió en toda la mañana la sonrisa y, sin embargo, pocas veces he visto tanta tristeza en un rostro como cuando aprovechaba los pocos segundos que le quedaban, las dos o tres inspiraciones hondas, entre número y número. 
El miedo a la locura 
Clasificación
(con frecuencia progresión) 
-Miedo a que te traten como a un loco
-Miedo a que te vuelvan loco
-Miedo a que te crean loco
-Miedo a parecer loco
-Miedo a estar loco 
Creo que sólo hay un modo de disolver esos concentrados, abusar de la capacidad para reírse de uno mismo, es decir “hacerse el loco”, blindarse. 

La vuelta a la filosofía 

Por los riesgos que entraña, como  anunciaba Confucio, el conocer sin pensar y el pensar sin conocer, he vuelto a la filosofía. 
Para Aristóteles el verbo es ver, para Kant pensar y para Wittgenstein decir. 
En la última proposición del Tractatus la lógica y la filosofía se vuelven  por fin poesía. He vuelto, un poco, a la filosofía, necesito un rato. He utilizado para entrar la misma puerta por la que salí, la proposición 6.56 del Tractatus,  que dice: 
Mis proposiciones son elucidaciones de este modo: quien me entiende las reconoce al final como sinsentidos, cuando mediante ellas-a hombros de ellas-ha logrado auparse por encima de ellas  (Tiene, por así decirlo, que tirar la escalera una vez que se ha encaramado en ella)
Tiene que superar esas proposiciones; entonces verá el mundo correctamente.

El retrato se lo hizo
Klimt a Margaret Winttgenstein, su hermano le diseño la casa, y yo intento imaginar sus escaleras.