Estoy en cada uno de mis relatos, decía la pizpireta, y si no estoy aún, ya estaré.
Si me preguntaran con quién me gustaría pasar la tarde me pondría a titubear, confusa, nerviosa, un poco ofendida.
Pero si estoy sola, lúcida y llueve,
me abrigo con la abuelita Carson, sin titubeos.
-No lo estoy explicando bien. Lo que pasó fue esto. Ahí estaban esos sentimientos hermosos y esos pequeños placeres sueltos, dentro de mí. Y esta mujer era para mi alma algo así como una cinta que los ataba. Hacía pasar por ella esos poquitos de mí mismo y salía completo. ¿Me sigues ahora?