sábado, 20 de septiembre de 2008

+Horizonte



Todos me reciben cuando llego de ocupa a sus casas con un par de kilos de patatas, una docena de huevos y alguna cebolla. Me gustan los rituales, nuestros hilos conductores, estemos donde estemos la certeza, y repetir los gestos por los que nos reconocimos cuando nos encontramos, in illo tempore.

En las casas de los nómadas tienen más responsabilidad y adquieren mayor complejidad los objetos, cada libro del niño José y el mismo calendario maya, que acabo de encontrar detrás del sofá, me hacen recorrer años, épocas, crisis, casas, euforias, lugares. Son solo objetos pero me ayudan a entenderme, como si señalaran un cauce.

Cuando vengo aquí sólo sé que voy a la Sierra, José cambia de casa casi cada año y nunca me pone en antecedentes. Este año toca otra vez Fresnedillas de la Oliva. Esta es una casa aérea, con huerto, con dos balcones enormes, desde el de delante Castilla parece el mar al atardecer. En el del otro lado hay pájaros, piedras y alcornoques.

Después de una semana estupenda y agotadora este es un buen lugar para hacer la digestión. Los Sánchez Miranda, José y su hermana Elena, dominan el cuerpo, y todo se contagia, se expresan con la intensidad de ser, entre otras cosas, buenos teatreros. El recibimiento no podía ser mejor, anoche nos dedicamos a bailar hasta alcanzar la catarsis varias veces y mientras preparaba la tortilla Joselín organizó el caos de mi omóplato. Se me estaba convirtiendo la espalda en una contradicción; el lado izquierdo aliviado, placentero, casi feliz, y el derecho tan dolorido.

Voy a ver con qué ensayos espesos adereza mis neurosis este año el hermanito. Empieza a atardecer y h
oy me apetecía Paul Klee