jueves, 3 de marzo de 2011

Mis amiguitos

Acababa de decidir que no iba a aparecer por aquí ni por mi vida una sola canción que tuviera más de dos años, que me canso. Pero ya se sabe: si no quieres calda, calda doble. Bajando las escaleras de la casa magnética (¡esa casa!) empecé a oír nada menos que a Bernal. No quería volver a los veinte ni a los treinta, pues toma, ahora a los quince.

El chico que da esos berridos en el vídeo de arriba era el chico más tímido de primero de B.U.P. Desde entonces y para siempre nos convertimos en tres; Iguarbe, Bernal y yo.

Ahora hace muchísimo que no los veo, pero siempre están a mano, basta con ir a Alagón

Uno de los momentos de absoluto al que más vuelvo es al día que me despedí de ellos para irme a El Salvador, cuando íbamos hacia el coche. Aquel día ya habían pasado muchas cosas, Iguarbe había sido discípulo de José María Valverde y conocía a Wittgenstein bastante bien. Bernal se había desahogado con Los Furtivos y había hecho Historias ¡qué iba a estudiar Funes el memorioso! a Iguarbe ya lo habían ingresado unas cuantas veces, a alguien ya le habían roto una pierna currando en atades, yo ya había terminado con las clases en la ribera que eran la excusa para parar en Alagón, a Iguarbe ya le habían dado la invalidez, Bernal había conocido a Begoña y había empezado a trabajar, y yo ya me iba.

Ya no íbamos a volver a estar todos en el paro Ya no nos iban a quedar noches y noches que quemar bebiendo barriles de cerveza y viajando en el tobogán narrativo de Bernal, estupefactos con esas dentelladas lúcidas de Miguel Ángel Iguarbe. Lo sabíamos ese día los tres.

Bernal, a quién nadie llama José Antonio y que desde los catorce años me dice señora dijo:

-Señora, no entiendo que pinta usted precisamente ahora en El Salvador. ¡Te hemos imaginado toda la vida por el malecón, vestida de blanco y persiguiendo a Lezama! Das mucho trabajo.

Siempre ha sido difícil averiguar que esta pensando el Iguarbe, pero yo me oí pensar:

-Mis amiguitos.