lunes, 4 de noviembre de 2013

Viernes de empacho y deseos cumplidos.




Siempre había pasado deprisa o acompañada por el coso de Huesca, y siempre había querido sentarme a leer debajo de aquellos soportales o en la terraza del casino, sola y con todo el tiempo del mundo. Lo conseguí muchos años después y gracias a un empacho.

Nos metimos a comer en un mesón con apariencia normal, pero segundos después estábamos en otro mundo, habíamos sido aparcados en un lugar lujosísimo:

-Mira que collares llevan ellas, Gonzalo, vámonos, nos van a fundir.
-Tranquila, que pase lo que quiera, nos lo mereceremos, voy al baño.

Dijo él, y luego salió lacónico. A todas las preguntas de la camarera respondía sin mirar.

- lo mismo.

Y es que sabe cuán tacaña puedo ponerme ante la carta más snob y es omnívoro.

Ya que el personal cuenta hasta como cuece las judías hablaré de comida. Fueron dos de huevos rotos con patatas a la panadera, trufa y kilo y medio de foie. Para segundo algo al horno que también tenía pato, pero ya no puedo ni recordarlo, más tarde descubrimos que el sorbete no desengrasa, eso es otro mito urbano.

Llevamos desde entonces sin poder comer. Bueno, yo ayer me comí medio tomate y porque lo había visto crecer, sino ni de coña. Gonzalo se fue a dormir la siesta y estuvo a punto de morir, ¡yo estuve cuatro horas paseando y luchando por la vida! (ayudada por dos gin tonics que a punto estuvieron de parecerme demasiado nutritivos)

¡Querías Alameda, Casino y Coso! pues toma Martita, pensaba en medio de aquél peripatetismo deslavazado desde el hígado.

Luego,como ese otro logró resucitar, cenamos coca-colas. Más tarde conocí a Raquel, a Mario y nos encontramos con Orencio, mi gran anfitrión, en un concierto popi. ¡Ya casi no recordaba lo difícil que es tener una conversación en un concierto!

Mañana quizá me atreva a contar un sábado infinito. Bueno que el viernes también fue estupendo y muy largo. Y además me resultaron tan placenteros como imaginaba aquellos tres sitios.

(siempre pienso que cuando sea muy vieja disfrutaré reencontrándome aquí los detalles, por eso, también) 

Taloneando a Ana Kuntzelman







o el gusto de volver a casa y seguir conociendo a los que me dijeron "mira" ayer.