martes, 30 de diciembre de 2008

Hablando de coincidir


Estoy leyendo dos libros que clasifican el miedo.

Una novela de Isaac Rosa, El país del miedo, y una antología de textos editada por Vicente Domínguez y titulada Los dominios del Miedo.

Isaac Rosa me interesa mucho desde que leí El Vano Ayer, es alguien con quien comparto algunas preocupaciones centrales e incluso algunos procedimientos. En la entrevista que le hace este mes Jordi Corominas en
literaturas.com le pregunta por sus futuros planes y él dice:

Quiero hablar sobre el mundo del trabajo más allá de situaciones anecdóticas, como ha cambiado, en qué situación está.

Vaya, yo también. Reconforta coincidir con gentes a las que admiras. Pero hablando también de no coincidir el otro día estuvo Isaac Rosa en Alagon, el pueblo de al lado, evalué y preferí no ir. Nada desvirtúa tanto como estar rodeado de popes de provincias, y a mi no me interesan ya algunos circos.

Hace un año me preguntaba qué pensaría este chico inteligente y serio de la versión cinematográfica de Las trece rosas, curioso que un año después, exactamente, llegué su respuesta.


Espero que me lleguen pronto muchas respuestas para poder hacerme otras preguntas.

(El otro día no dejábamos hablar a mi padre y nos amenazó -seguid así y os vais a quedar sin conocer mi pregunta-pasamos la tarde insistiendo y no nos la hizo)

El país del miedo es un libro que enumera, un catálogo del miedo. Hace unos días escribía yo que enumerar tranquiliza, pero ya no lo sé:


-¿Temer es una superstición para conjurar y que lo temido no suceda?
o bien
-¿lo que se teme se provoca?-como cree el Doctor Jeckyll.

p.d. Y hablando de coincidir y del miedo, todavía no he tenido tiempo para hablar de la muerte de Francisco Casavella, uno de los autores de novela que me han interesado y a quién conocí: da mucho miedo que se muera alguien que tiene dos años más que tú y con quien te tomaste más de dos gin-tonics. Siguiendo con lo de coincidir tropecé casi literalmente con Javier Losilla, que fue quien presentó El triunfo cuando teníamos Carmen París y yo la librería. Después de quince años sin vernos y una semana después de morirse Casavella nos encontramos en Antígona, un espacio imantado, y fue un hermoso encuentro. Nos callábamos los dos o decíamos al unísono me acordé de ti, nos mirábamos reconociendonos y no reconociendonos al mismo tiempo.

La imagen es de Gilberto Zorio