sábado, 13 de agosto de 2011

De las buenas hierbas.


Don diego de día


Ipomea purpurea, manto de la virgen, manto de la mañana, dondiego de día, campanilla, batatilla, bejuco, bejuquillo, quiebraplato, gloria de la mañana, aurora, corregüela, correhuela, catape, correyuela, enredijo y yedra.


Durante ocho años todo eso por aquí ha sido “la campanilla de Martín” y pocas veces hemos bajado el camino hacia Almuñecar sin exclamar “mira, la campanilla de Martín”. Pero José dijo que iba a competir con la parra, y la prohibió. Entonces Mª Jesús y yo pensamos que por qué no pintar la campanilla encima del fregadero, además iba a venir Paloma esos días. Paloma dijo que mejor en cerámica, y José subió un montón de filas de baldosas. Ella necesitaba datos más concretos que “mira la campanilla de Martín” y me volví loca hasta saber que se llamaba Ipomea purpurea.


Ipomea purpurea. No sé cómo, pero se me olvidó, menos mal que el chico del vivero es de esas compañías que necesitaba por aquí, yo siempre tengo agricolaris cerca: dices un latinajo y lo traduce, dices un vulgarismo y lo devuelve en latín. Creo que disfruta con mis pedidos centroamericanos, o peregrinos (tamarindo, glicina, estragón y eneldo) y además tenía un árbol de fuego esperándome.


Le encargue cinco Ipomeas, me consiguió una, luego me puse a buscar en google y recordé a mi madre casi declamando “mira, Don Diego de día”, seguro que le gusta más el sonido que la flor. Y también a Vladimir perorando sobre los bejucos.


Las baldosas blancas esperan flamantes que crezca el dondiego de día para que Paloma venga a pintarlo del natural.


Todos deberíamos darnos tanto tiempo como tienen las plantas.


Ayer abrió las flores por primera vez pero aún no sé su horario. Compras un tiesto y te sale un reloj.


Las Lágrimas de San Lorenzo.


No bajé a cenar. Pero sobre las once me sentí como si fuera al cine, a un concierto o al teatro. Luego me dí cuenta de que había estado leyendo todo el día que había lluvia de estrellas. Salí bien confiada a lo oscuro, pero con semejante luna no se veían.


Entonces llegaron Wiep y Rhut desde Holanda y enseguida montamos una expedición con linterna por los alrededores de la casa que colmó de olores mis deseos. Yo cortaba una matita, ellos la olían, si hacía falta la masticaban, y exclamaban felices su nombre en holandés, en ingles y casi en español. Dijimos: Tomillo, Hierbabuena, Curry, Menta, Limón, Jazmín, Lavanda, Perejil, Salvia, Aloe, Albahaca, Cilantro, Laurel, Santolina, Romero...


Tengo muchas más cosas enterradas que quizá crezcan.


Poder mental


¿Habré sido yo quién ha hecho que se disparen los plomos y se pare la hormigonera?