miércoles, 5 de enero de 2011

Preocupada por su carácter, tenía en su casa un piñonero


Por aquí ha llegado la primavera, los almendros están en flor y un pájaro empecinado va y vuelve a la yuca, pero no encuentra donde. Hay una vena tensa desde la higuera que me succiona hacia el barranco, aunque no quiera, y allí termino todas las tardes, escuchando el agua.

Cómo para no ser optimista: cuando llegamos no había de río más que el nombre, y se llama río seco, y ésta tarde, cuando me estaba poniendo a escribir generalidades prescindibles, ha llegado Blanca con sobrealiento y una gallata para avisarnos de que había encontrado otra cascada.

En la higuera he estado pensando que a veces decimos una tontería tan bien que ya no podemos dejar de repetirla, pero otras veces formulamos tan mal nuestras preocupaciones centrales que hasta que no olvidamos el desastre de las cuatro frases poco agraciadas con que nos arrimamos a ellas y las simplificamos, no podemos dejar de huir.

Pregunta: por qué me resultan tan novedosas preguntas escritas antes de que naciera y tan agotadoras y reiterativas las más recientes.

Ventaja: irse a la cama con Elías Canetti

Otra ventaja (del peripatetismo a la chimenea): Descansar en quienes piensan con nosotros. Aquellos pocos para los que no sólo son convincentes sus propias palabras.

Esperanza, una certeza molinera, porque:

“La idea de un hombre sin esperanza es inconcebible. ¿Qué es la esperanza? Es saber que seguirá habiendo un ritmo respiratorio cuyos compases no estén contados”

diz también nuestro compi Canetti