martes, 21 de julio de 2009

Hace miles de años que Nicaragua se mece entre el agua y el fuego. Su historia está determinada por un suelo que hierve bajo los pies y aguaceros



que se abaten sobre la cabeza

Dice Tania Montenegro en uno de los textos del libro "Aquí, junto al agua" de Rafael Trobat.

Es rico encontrarse por aquí a las muchachas. Cuándo ha saltado esta mañana LaTania en la pantalla la nostalgia se me ha convertido en ferocidad y, al chile, me he puesto a preparar un ceviche. He picado la cebolla, el tomate y el cilantro menudísimo, picar menudo se parece a dormir, como si entre el cuchillo y la atención pudieran poner en marcha otra sinapsis: primero ha pasado por delante una sandía.

Y luego muchos tamales, barcos varados, cazuelas de casamiento, lanchas heladas, la jaula de la guardería con Tania, Mara y Jessica durmiendo dentro, el terror que le producian a la Ñata las cucarachas, los autobuses abarrotados; el día que me dormí en los brazos de una negra con rulos que me tapó con su manta blanca, camino a Blufields. La pasadera de gente en la casa, los cafetines delante de la universidad, las expediciones para comprar los cigarros de cuatro en cuatro. La Tania en San Salvador pelona, Mara majestuosa nombrando nítido en ancho y en valiente, mientras se limaba las uñas; aquella capacitación mística que no se me ha olvidado. Nunca nos llegaba para un paquete de veinte cigarros entre tres periodistas, una socióloga, una fotógrafa y una poeta. No es paja la pobreza en Nicaragua. Sanísimos aquellos cigarros de cuatro en cuatro.

La foto estaba en mi armario, se quedaría dentro de un libro en algún traslado, de Mara no es porque es la que está detrás, quizá sea de Rafa, del autor de este libro recomendabilísimo.