domingo, 1 de septiembre de 2013

Puesto que en cada oreja una anémona




No parece aún domingo, después de dieciséis días sin salir de aquí ningún día se parece a nada. He desayunado en la cama con uno de los grandes relatos de mi madre, que ayer fue de boda. A una boda distinta, "preciosa y rocambolesca", ha dicho. Luego me he atrevido a bajar a la cocina y combatir el nivel de caos. ¿A quién le toca ordenar y limpiar? Al primero al que moleste el desorden y la vajilla sucia. Hay gente que genera mucha entropía y también combate mucha, yo soy de esa especie, así que no me puedo quejar cuando topo con mis iguales, ni pedirles que actúen con mis tiempos. Además disfruto. Me pasa limpiando todo lo que cuenta Bachelard sobre la proyección y el otro cuerpo, el de la casa. 

Y todo eso está muy bien pero. ¿Cuándo llega el momento de dejar de ordenar y limpiar? Depende. Hoy a mí me ha llegado al tropezar con el poema de Juan Larrea que me ha sentado a escribir esto.

Verdores innatos

Amiga mía eres tierna hasta el delirio
aquí está la hierba que sube por tus piernas
qué llama ligera
puesto que en cada oreja una anémona
la tierra jamás escucha las palabras que uno quisiera
hagamos nacer mariposas suscitando desvelos
suscitando desvelos para huir a no importa dónde
no demasiado pero sin embargo
¿no es así?