domingo, 12 de julio de 2015

Primera vacuna contra el éxito.





Pensado desde ahora fue una bendición tener una amiga tan guapa. Pude observar como le dejaban el centro de la fila y se apróximaban de forma ordenada, según sus posibilidades; los más feos en los extremos. Constaté que ninguno de los nueve chicos había notado mi existencia, ni los más encogidos, pero me gustó ver la escena desde la única butaca ocupada de la fila de atrás. Como si estuviese allí para recordarlos.


Eso fue en invierno, en el cine. Si actuaban así con jerseys de cuello alto qué sería en la piscina. Seguí grabando desde la toalla, con el rabillo. Sentí durante dos o tres veranos lástima de la pobre Merche, me parecía agotador estar todo el día correteando por el bordillo, haciéndo fila en el trampolín y pasándose la lengua por los labios perseguida por tanta gente. Al margen de sus tareas, extenuantes, a mí siempre me parecio una tía maja.