Ahora tengo el despertador muy
lejos. En la isla Reunión. En el Océano
Índico, al lado de Madagascar. Me despierta Isabel, estamos trabajando juntas.
Isabel apareció en el 94, en San Salvador. Recuerdo con muchísima nitidez las
tardes con Nora, Isabel y Blanca, la casa de Nora, un templo del buen
periodismo con asientos de balancín, donde oí decir por primera vez “correo
electrónico”.
Para tener salud mental es
necesario mantener una relación de intimidad al menos con dos personas. Eso que
leí en el periódico se ha convertido en un mandato. Antes de empezar el tajo Isabel
me cuenta los sueños, y son tan potentes que buscamos fotos para ver si los
paisajes se parecen. El otro día llegué a verla a su isla, fui con un niño que
estaba enfermo pero no era una enfermedad evidente, nos preocupamos mucho por él
y lo dejamos en un lugar para que lo sanaran. Estábamos de compras en San
Denís, había alguien más, sería la Blanch de Vero, entramos en un comercio y
salimos por la otra puerta ¿A dónde? Al
molino. Es hermoso que te vengan a la memoria los sueños de otro. De tanto oír
los de Isabel yo también he empezado a soñar clarito. Vi a mi madre subida en
una escalera con un pañuelo en la cabeza, pintando. Otro día mi padre hacía malabarismos
conduciendo para sacarme de un camino intransitable. Ya decía Italo Calvino que
los sueños son el mayor riesgo literario. Quizá porque son patrimonio de la
oralidad, porque sólo pueden volver en voz alta.
Tantos años después y las mismas
preocupaciones, antes de entrarle al tajo hay que hablar de lo Urgente…
-Y mira (….)
Honduras, La Ley de seguridad en
México, los Mapuches, Argentina, El Salvador, Colombia, la vida no da para más.
Este planeta es muy grande, nos pasamos unos cuantos artículos y nos sentimos
pequeñitas.
Y pensar que creímos que esa
postguerra salvadoreña era lo peor que podíamos vivir. Nadie podía imaginar
entonces que en el laboratorio yankie estaban fabricando otra guerra, la de las
maras, y que no les iban a dar una tregua para respirar.
-Y mira (…)
Isabel con su acento guanaquito mezclado
con palabras francesas que me abre otras espuertas del decir.
Y concluimos que sí, que vivimos
en una época bien chida, mejor dicho enchida, de esperanza, en San Salvador, en
Chalatenango, en Sisiguayo, en La Libertad. Y yo recuerdo que me pareció al
principio una broma, una viñeta de comic ese nombre, Salvatrucha.
Están explorando diferentes técnicas
de exterminio en cada país de América Latina. Todo es mucho peor que en los
ochenta, y sobre todo mucho más difícil de imaginar. Esa es una de las armas
más potentes, que la suma de atrocidades sea tan inabarcable, tan difícil de
narrar, como una pesadilla, como el peor de los sueños.
A pesar de que en Reunión hace mucho calor Isabel no puede ir a nadar, la rodean tiburones. Me cuenta. Luego nos ponemos a escribir preguntas sobre la salud el dinero y el amor.