jueves, 25 de septiembre de 2014

Días de silencio y fotos.



Los letraheridos solemos saber el momento exacto en el que enfermamos. Es frecuente que esta dolencia venga precedida por otra, que la enmascara. En mi caso fue algo que mi madre siempre llamó, y resultaba poético, “una sombra en un pulmón”, y que me tuvo aislada en esa habitación unos meses.

Entonces los cabeza de chorlito de mis padres me trajeron: La Iliada, La Eneida, El Paraíso Perdido y El Quijote. Con letra grande y dibujos, pero aún así, ¡me podían haber matado! También cayó por allí Cumbres Borrascosas.

Pero lo más me impresionó entonces no fueron las lecturas, fue el mercurio del termómetro disolviendo un anillo. La alquimia.

No sólo las fotos traen el pasado. Me he reencontrado con mi amiga de la infancia. La muerte de mi madre me la ha devuelto. ¡Ya estamos pensando en hacer otro herbario juntas Mercedes y yo! Yo ya he empezado, paseo mucho por el parque y a eso me dedico, a elegir hojas.