Ante las dificultades
para pensar me puse a ordenar cajones, que viene a ser lo mismo.
También clavé en la pared esas pocas cosas que, descolgadas,
cifraban mi provisionalidad: el altarcito que me ha ido
componiendo la niña; la diosa africana, el falo gigante convertido en
bramadera, el collar wayuu y la palmera con columna vertebral.Un
Santón arácnido y una foto maravillosa que se dejó Mara y este año
tampoco volverá a su dueña. Y la foto de Lezama Lima, claro. Se me
olvidaba el ajedrez que treinta años después huele a Marruecos, el
calidoscopio que hicimos Blanca Carlos y yo, y la vasija maya que me regaló
Fran.
Ya puestos arreglé la mesilla: