miércoles, 4 de mayo de 2016

La ciudad





Además de las aceras de sol y sombra, hay una costumbre poblana que no había visto en ningún sitio. Las mujeres caminan al lado de las casas y los hombres en el de la calzada. Hay bastantes leyendas que quieren explicarlo: que los edificios estaban en ruinas y siempre caían piedras, que era usual tirar el agua por el balcón y sólo quién iba adentro se mojaba. Hasta me contó alguien que su acompañante le dijo: “ponte padentro que van a creer que te ando rifando” El asombro de los poblanos es enorme cuando les cuentas que eso sólo pasa aquí, siempre habían creido que era una cosumbre universal.

Me siento privilegiada, unos treinta citadinos entre alumnos y amigos me van enseñando la otra ciudad. La que no se puede ver como turista. Por otro lado estoy asustada con una tarea tan ambiciosa: desmaquillar tan vetusto sitio.

Salga lo que salga de ese trabajo siempre se quedará cojo sin olores. Me encantaría dar un paseo con los ojos tapados para ir diciendo los nombres de todos los que salen de cada portón o se reparten por la acera: madera, maíz, cilantro, quesadillas, jabón, pescado, papaya, sandías, elotes, carbón, maíz y más maíz y el jabón para la ropa de la infancia Los sonidos sí pueden recogerse, los gruñidos grabados de un señor que algo vende a las siete de la mañana, las campanas, (siempre imagino a la señora que cuidaba este jardín, que ahora se ha llenado de topos, como a alguien que iba a misa sin ganas) y los pájaros por la mañana, que se vuelven locos. Y el claxón que me está torturando.


Pero me vuelvo a la ciudad geométrica en la que siempre tienen prioridad los carros. Lo que más le sorprendió a alguien que estuvo en España es que cruzásemos los pasos de cebra “sin siquiera voltearse para ver qué pinche marca de coche los iba a matar”. Nadie sabe exactamente cuántos habitantes tiene la ciudad, unos dos millones dicen, sin embargo parece pequeña, no paramos de encontrarnos, funciona como un imán el zócalo. No sólo el tamaño, el trazado de las ciudades nos afecta. La ubicación del centro de poder, la catedral, el gobierno, ahora es sólo simbólica, sospecho que el dinero se aloja en edificios muy altos a las afueras, pero la danza humana es circular y se sigue sintiendo impelida hacia allí.