Ortega Muñoz
Del tanatorio recuerdo
pocas cosas, a quien mejor recuerdo es a Luisita Bel, con el mismo
diminutivo, pero muy mayor.
De aquellos
ricos más cultos ella aprendió a hacer la cama como si hiciera
papiroflexia, a ser una clasista, de clase baja, con rigor y
elegancia, y a deleitarse, ya mayor, con la existencia de Gil Bel: se
comportaba releyendo su biografía como si, por haber compartido el mismo espacio, le hubiese dejado un
encargo que tenía que descifrar.