martes, 7 de julio de 2015

Alergia a los jueces de secano.


Miguel Angel Gil Andaluz


Pocas declaraciones me parecen más soeces  que las de los que exclaman:

-Lo perdonaré si me pide disculpas.

Hoy lo decía María Kodama refiriéndose a  Katchadjian en Clarín y me ha recorrido un escalofrío. Claro que es peor cuando lo dice alguien conocido y resulta infernal cuando lo dice alguien querido porque, casi automáticamente, deja de serlo. Querer que te pidan disculpas es solicitar un gesto de humillación para constatar que eres el vencedor y tienes el poder y  ¡ ¡ ¡ la razón!!!  sólo si humillas tanto como crees que te humillaron podrás descansar .  Me interesa el concepto de perdón en un caso, cuando se empareja con el de entendimiendo y es un proceso íntimo y silencioso. Cuando se "entiende" no hacen falta ritos confrontativos.  Si el otro es alguien cruel, por lo tanto ininteligible, no hay que perdonar; hay que condenar, apartarlo y olvidarse. 

Estuvo bien desatinado Borges buscando pareja, con lo listo que era para otras cosas.




Louise Elisabeth Glück

Miroslaw Maszlanko


Exigua luz que surge de repente
en el cielo, entre dos
ramas de pino, y sus finas agujas

grabadas ahora en la extensión radiante
y encima este
cielo, alto, ligero…

Huele el aire. Es el olor del pino blanco,
más fuerte cuando el viento sopla en él
con un sonido igual de extraño,
como suena el viento en una película.

Sombras que se desplazan. Cuerdas que
suenan a cuerdas. Lo que oyes ahora
debe ser el sonido del ruiseñor, Chordata,
el macho cortejando a la hembra…

Un rechinar de cuerdas. La hamaca
se mece con el viento, bien sujeta
entre dos pinos.

Huele el aire. Es el olor del pino blanco.

¿Es la voz de mi madre lo que oyes
o solo el ruido de los árboles
cuando el aire pasa entre ellos

pues cómo sonaría entonces
pasar entre la nada?


Traducción Jordi Doce