Marimbas,
vocinas, dos simulacros de incendio, a la señora que canta tamales y
da las tres y media, a un niño que habla llorando y me pone muy
nerviosa, a un bolito desesperado, el viernes, todo el día, los cortejos
adolescentes del Liceo Carlos Fuentes, que da justo a la ventana de
mi habitación, rancheras, pájaros, excavadoras, helicópteros, broncas de maestros, cantos religiosos, timbres, silbidos, el motor del agua, las carcajadas, las
entrevistas, y las exclamaciones de los compis del Lado B, algunas
conversaciones sesudas y muchas conversaciones normales se oyen en este jardín, que tiene la oreja bien abierta a la calle.
Cuando suena música sale por esa tubería transformada en altavoz.
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