¿Por qué hay tanta vida en las azoteas
de Marruecos y aquí ninguna? ¿Qué diría Bachelard de que los
mexicanos no escalen a la cabeza de los edificios? Sobre todo si
desde allí se ve el Popocatépelt y el Iztaccihuatl, su novia
dormida. Ésta mañana he puesto el despertador para hacer una
excursión a los altos y ver amanecer en los volcanes, pero estaba
nublado y he seguido con las memorias de Syra Alonso, que terminan
cuando vuelve a refugiarse a México con sus tres hijos. Las he leído
despacio, no se digieren fácilmente los desmanes históricos que
atravesaron su vida. Ahora me queda preguntarle muchas cosas a Tuss,
su biznieto, sobre como han vivido los descendientes de Syra hasta
llegar a él. Pero el gusanillo es encontrar lo que escribio sobre México la primera y la segunda vez.
Ésta semana voy a ir a Cholula a
comprar una flecha Chichimeca como la que me regaló Joselín y yo le
regalé a Arturo Chou. Estoy en época de necesitar objetos
imantados. (entonces también subíamos al tejado del baño con una escalera de palo para ver amanecer en el volcán de San Salvador). Y me toca
investigar sobre el xochinacatle, una hierba que, según Syra Alonso,
hace hablar mucho (para evitarla). También voy a visitar con Rubí
el Cuexcomatl (olla de barro o lugar para guardar) el volcán más
pequeño del mundo está en su barrio.
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