Yo conozco un estruendo:
la palabra
que queda por decir
Ignacio Miranda
Sueño con encontrar, como si fuera
posible de algún modo, un nuevo signo,
un espacio entre el ruido y el silencio,
un lugar en la ruina del paisaje
donde nunca será la misma luz:
un horizonte
igual de acogedor que una campana,
la máquina de hacer maquinaciones,
el hombre en carne y hueso, del jardín
la arquitectura exacta, los sepulcros
donde poner a descansar el nombre
de las cosas. La voz, el nombre de la voz, un campo inmenso,
y no ser más lo que
nunca he querido ser, y reinventarme;
salir, como si fuera
posible de algún modo,
de la sonoridad hueca del mundo
de las palabras. No más nombres. Dicha.
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