Acaba de llamarme mi prima Sandra, quiere que
piense un epitafio para la lápida de su padre. A ella le parece muy
soso lo de “no te olvidaremos” pero, según me cuenta, y luego
compruebo con mi propio teléfono, el entorno es un alarido:
-Eso se pone, ¡eso se pone en todas las lápidas! no vengáis con originalidades.
Repite la parentela alborotada.
No abunda la buena lectura en nuestros
cementerios. Aquí es pecado distinguirse en vida y después. Que no se te suba más de la cuenta la
autoestima, que tienes a toda la tribu enfrente para bajártela aunque sea a bofetadas. Todo eso me ha recordado que oí decir en una entrevista a
Labordeta:
“¡cómo seremos los aragoneses que
nosotros ganamos un diputado y del susto disolvimos el partido! “
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