1-Tábula rasa
¿Cómo
es pasar tanto tiempo sola? Miguel me lo preguntó en un chat escrito, pero yo imaginé esa pregunta en la voz. Y, mientras subía a abrir el riego, pienso muy
bien en ese tramo, caí en la cuenta de que estar tanto tiempo solo se concibe
desde fuera y como algo extraño: privilegio absoluto o la peor de las condenas.
Hace mella en el imaginario la imposición de este puñetero reduccionismo dicotómico. Nuestra
caricatura del anacoreta que habita un catamarán en la playa y la del novelista
en una casa de campo provienen de una pastelería intelectual, esos
establecimientos proliferan. Por
supuesto nadie deja a sus parientes unos días, se recluye en un lugar, más o menos lejano, fingidamente inaccesible,
y, casi sin darse cuenta, deja a la altura del barro a Carson McCullers.
¡Quístense el romanticismo mercantil de encima, que pesa! ¡aunque sigan
fumando!
En
todo caso la soledad con mayúsculas es el
género desconocido para la mayoría que yo tengo el privilegio de poder intentar
contar. Si la pregunta iba en serio había que responderla con sustancia. Entonces
caí en que la soledad sin silencio padece cojera. Y aunque aquí también
haya ruidos tan previsibles como el del santo misterio del frigorífico, ¡Solamente
podemos oír su gruñido cuando calla! (Decían
Jhon Cale y Alberto). Cuando logro dejar de oír el guirigay exacto de la cocina, caigo, como
Alicia, en un tiempo nuevo de grillos, gatos pájaros, avutardas, perros, moscas, lagartijas, abejas, sapos y camaleones. Ahí dentro se queda el universo de los plazos y el
terror a la puntualidad de las máquinas. Y yo me quedo aquí afuera, muy quieta. Como casi no me notan los pájaros siguen pasando la tardada en la cuerda de tender. Otra
pata de la soledad es la quietud. La parsimonia: economía, ahorro, moderación,
frugalidad en el gasto y templanza en las pasiones.
Por
supuesto no he hecho un voto de silencio, no tengo un temperamento religioso y no
saludar a José cuando viene a polinizar los chirimollos hubiera sido el peor de
los ruidos. Pero he pasado mes y pico oyéndome, cansada y encantada hasta que y
casi logré callarme. Entonces llegaron los cantantes, primero uno y después el otro, y
nos pusimos a entonar.
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