Ana Pilar estudiaba filología y Antuan llevaba años mentando las maravillas que evocaba Aurora Egido. Yo entonces era librera arruinada y, como de perdidos al río, me escapé para oír todas sus clases aquel año. Sólo hablé con ella el primer día, para pedirle permiso.
Y viene al caso porque anoche pensé en naumaquias, en retruecanos gracianescos y en versos gongorinos, terminé con Las Fonteras de la poesía en el barroco y las notas de aquellas clases. Y de ahí, mientras decidía irme, pensé en plantar un árbol, otro, y me pareció que hay que poner el Olmo en el sitio donde la vid ya lleva tiempo medrando:
Empezó diciendo doña Aurora:
El campo no es de todos recibido;
y si cantamos campo, el campo sea
que merezca del Cónsul ser oído.
Virgilio, Égloga IV
(por la traducción de Fray Luis de León)
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