Emanuel Röhss
Las gordas somos más
observadoras, al menos en esta familia. Ayer desayuné con mi prima Cristina y
volví a confirmarlo, de una conversación con la tía Aurora saco más información
valiosa que de las de todo el año con los demás.
La cosa es que ayer cuando Cris
dijo “yo soy muy observadora” me precipité y pensé-ya estamos con el taladro de
la vanidad-pero no, cuando esas dos dicen esa frase están prestas a justificarla y entonces empieza un festín.
Vi a la madre con los dos hijos en un funeral y lo entendí todo, han
empezado a parecerse tanto que no sabes a quién miras, es un viaje al origen. ¡Veo
tanto en cómo eligen donde sentarse en las comidas! Estas navidades vi una mirada al tendido de
alguien que buscaba un sitio lejos de mí y eso ya condicionó el resto, aunque
se sentara enfrente después de hacer sus cálculos. Deberías escribir aquella conversación tan sabrosa en casa de tu madre,
cuando tu madre dijo que estabas guapa pero muy gorda y metió la pata porque lo
dijo delante de mí, y tú les dijiste “pues vosotras tendréis tipito, pero estáis
apergaminadas”. Me encantan esas
partidas de ping-pong porque mi cabeza registra todos los gestos, ese día me
convertí en nosotras cuatro, ¡hasta me sentí delgada y apergaminada un rato por solidaridad con mi hermana! además sé que las recordaré enteras. En ocasiones creo que sé cosas que no debería
saber, y está bien y mal. A ver si consigo explicarme: me sorprende saberlas
pero ha dejado de sorprenderme que sucedan. Eso también puede hacerme
sospechar que soy susceptible y entonces me siento muy mal. En todo caso vivo bien desde que me dejo absorber
por problemas difíciles, mi cabeza necesita problemas difíciles, en este
momento prefiero los matemáticos.Y hablando de temas difíciles de entender, entiendo un montón a mi hijo
porque se parece a ti y te conocía antes. ¡Cuántas veces le digo que es igual
que tú! ¡De qué iba a esperar tener un hijo que se pareciera a ti!
Cristina es un ama de casa
autodidacta que en lugar de estudiar macramé aprendió por su cuenta todo lo que
sucede en las tripas de una compu y luego, ¡con dos narices! aprendió a
programar. Ahora está colgada con las matemáticas. Nos vemos poco pero cuando
viene a verme primero diagnostica los ordenadores y luego me mira a mí. Cuando
ya se ha hecho a la idea del curro que le guardo me dice que me peine y nos
bajamos al bar.
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