La literatura es la anotación de las contracciones y expansiones, sístoles y diástoles,
desdoblamientos y demoliciones posibles en
la relación entre el tiempo y el espacio, y yo todos los años, antes de empezar
el curso, me dedico a talonear a esa pareja.
Releí “Tiempo 0”, de Italo Calvino, inmejorable destilación Oulipiana, y todo el magín se me
quedó guindado en la historia del perseguido y el perseguidor retenidos en un
atasco. Después volví a “La poética del espacio” que siempre se reabre crujiente.
Y allí leí algo que no había leído antes allí y que me sorprendió gratamente:
-La actitud prudente, ¿no es acaso por si sola la negación
de obedecer a la dinámica inmediata de la imagen?
Siempre ha estado contaminada de inmovilismo la palabra
prudencia, que haya otra prudencia y sea próxima a la discreción resistente me
reconfortó mucho. Por eso me fui con Baltasar Gracián, a quien me enseño a
entender mejor Aurora Egido, y luego, del oráculo manual pasé al refranero:
Prudencia es disimular
no querer la cosa
No pudiendo alcanzarla.
Discreción es saber disimular
Lo que no se puede remediar
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