Es por azar, aunque parezca decisión. Pero he mirado las
fotos anteriores y las constricciones también llegan solas.
Sólo sé una historia sobre el cilantro. Una amiga iba con su
compañero en moto por autopistas inhóspitas
cuando él se volvió y le dijo:
-Voy a parar, tengo algo importante que decirte.
¿Hay alguna frase que asuste más que esa? Tengo que decirte,
tenemos que hablar. Sí. Hay una. Voy a serte sincero/a que es sencillamente espeluznante. Después de “voy a serte
sincero” viene siempre una catástrofe: una mancha, un defecto, algún horror. Yo ya me niego a seguir escuchando cuando
alguien empieza así. La sinceridad es brutalidad la mayor parte de las veces e
intento por todos los medios que sea o natural, sin introducción, o innecesaria.
Por lo visto tardó muchísimo a parar, tanto que ella ya se
había hecho a la idea de que la dejaba. Si no ¡a qué tanto
aviso! Le dio tiempo hasta a recomponer el ánimo ante el inminente abandono. Por
fin él paró.
-No soporto el cilantro
Es lo que le dijo.
Yo siempre estaba escasa de cilantro, me pasa como a la prota de la historia, que lo pongo en todos
los sitios. Hasta que compré una maceta en el supermercado y también pegó. Es
bien rocambolesco pero tiene algo de robarles el fuego a las grandes superficies.
La mejor, mejor, mejor receta es la ensalada de mango, un
poco verde, con cilantro, limón y tabasco. Esa es de Amanda.
1 comentario:
Materia para microcuento.
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