domingo, 28 de octubre de 2012

Oda a Pepito.






-En esta ciudad vivís tres lezamianos, Pepito, Javier Barreiro y tú, deberías conocerlos.

Me dijo el Ezpeorientador hace veintipico de años. Y así conocí a mi maestro y también a mi librero.

Quería escribir esto desde que leí la entrevista que les hicieron a Pepe y a Julia en Jot DowAllí hablaba Pepito de Musil y de Lezama. ¿Cómo es posible que sin ponernos de acuerdo compartamos fijaciones tan diametralmente opuestas como Musil y Lezama? Me pregunté maravillosamente extrañada cuando lo leí en el molino. En el vis a vis no nos extraña nada, ya lo sabemos.

O quizá me entraron ganas de hablar de Antígona cuando encontré aquella cita de Calvino: La elevación consiste en, una vez detectado el infierno, señalar todo lo que no es infierno, y darle espacio.

¿En qué otro lugar en el mundo se puede oír algo como…

-Mallarmé, Mallarmé, ese es bueno, a ese no se le entiende nada. Fuera de bromas, para mí el mejor.

¿En qué lugar se puede una encontrar con Losilla y  todas las ediciones de Museo de Cera, incluido el que había debajo de la pata de la cama en Carabanchel, el mismo día?

¿Dónde presentan los libros los soperos?

¿Dónde preferiría quedarse encerrado Antonio?

¿A dónde sé que vuelve José Mari?

Lo que más me reconfortaba cuando me arruiné como librera era visitar a Pepito. Se me pasaba cualquier bajón de fracaso después de un rato por allí fumando: algún otro papel me reservara el destino en esta timba literaria, me decía, este flanco está bien cubierto.

¿Habrá influencia más suculenta que la risa de Julia escoltándote por la espalda cuando te pierdes en el rincón del ensayo?

La librería Antígona para los parroquianos es otro gran texto. Un  Aleph caótico en el que siempre hay ganancias, tanto si te orientas como si te desorientas.

Quienes la conocen saben que no exagero.

1 comentario:

Ester dijo...

Cómo me gusta que escribas este blog.