El sol marcha sobre huesos ateridos:
en la cámara subterránea: gestaciones:
las bocas del metro son ya hormigueros.
Cesa el sueño: comienzan los lenguajes.
Y el habla sin gesto de las cosas se desata
como la sombra que, al congregarse bajo la vertical
estría saliente de la columna, esparce
su mancha de tinta en las arrugas de la piedra gastada:
porque la piedra es quizá una viña,
la piedra donde las hormigas lanzan su ácido
una palabra preparada en esta gruta.
Príncipes, tumba y escriño, yo solevantaba salivas de espectro:
mi mandíbula mordía sus sílabas de arena:
yo era relicario y clepsidra por los vidrios del occidente
Lo anterior es una renga escrita a cuatro manos por Octavio Paz, Edoardo Sanguineti, Charles Tomlinson y Jacques Roubaud en 1969, cada cual usó su propio idioma y esta es la traducción de Octavio Paz.
Estoy tan
pesada con la inteligencia colectiva que de tanto en tanto me veo en la
obligación de aportar pruebas.
En clase estamos escribiendo "una cosa" que se
titula Conexión Chejov, a muchas manos. Casi todas las historias confluyen en un bar
en el que, eso es lo único seguro, todos nosotros hemos estado. Esta noche en
clase voy a proponer una copita en ese bar.
Sigo estando sola, aunque el maestro Barreiro
me piropea a diario por Skipe. Dice que para estar solo hay que tener muy alta
la autoestima porque, a salvo de las tontadas de los otros, que suelen
parecernos siempre peores que las nuestras, las propias retumban. Algo habrá también.
La foto es de dos plumas y un trozo de tallo del Quetzalcoaltl, mi acompañante.
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