En cada
curva cambia la emisora de radio. El tiempo justo para captar cuatro o cinco
frases o unos cuantos arpegios, y enseguida a otra curva y a otra cosa: a un
concurso absurdo, en el que regalan un fin de semana en un hotel, lo invade una
canción de The Clash, que rápidamente es sustituida por un informativo en el que
sólo tienen tiempo para rezar dos sobresaltos porque cruzo un túnel de esos
que tienen las autopistas en las patas, y salgo de allí oyendo a Karina.
El alemán, Udo, sólo me ha dicho que siguiera
hacia arriba desde mi casa, pero no me ha aclarado si desde el camino o desde la carretera. Como sólo he subido tres o
cuatro veces a Peña Escrita elijo el camino. En apenas cinco kilómetros se
abandona el trópico, van apareciendo pinos y olivares y, casi al final, cuando
ya se ve sierra nevada y el mar, se queda un buen rato fija radio clásica y a
lo lejos veo a un paisano haciendo un muro de piedra. Como todos los
hombrecillos auxiliadores que aparecen de la nada para ordenarme las carreteras, me dice que voy
de culo, que no me entero de nada, y me manda a la casilla de salida.
En El
Salvador trabajé una vez en esto, viajábamos averiguando qué emisoras invadían
a las otras y midiendo cuanto. Lo único que había que hacer era manejar
suavecito paseando un aparato que registraba al milímetro las fronteras del
aire.
Busco
al alemán porque ayer regué también el router y me quedé sin Internet. Por fin tengo un motivo para conocer el valle
de al lado, que es parecido a este. No veo un alma pero la gente está y el primer
ser humano que encuentre sabrá exactamente dónde vive el alemán de Internet.
-Pero
no son alemanes, son ingleses
Discuten
la madre y el hijo que aparecen en la penúltima indicación “casa al lado de un corral
de cabras”.
Cada
vez tengo más curiosidad por conocer a Udo. Las emisoras se dejan de
interrumpir porque ya estoy muy arriba, paso a otro calidoscopio: cómo nos
vemos, cómo los vemos, cómo nos ven, cómo nos mostramos, cuánto nos ocultamos,
dónde se ocultan.
Me
vuelvo a casa con el router nuevo. Y es distinto el molino con ondas y sin
ondas.
La music es la banda sonora de Dead Man de Jarmuch, uno de los placeres enormes de esta semana. Vienen bien las ondas.
1 comentario:
Vaya paseo majo que me has dado!
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