jueves, 8 de septiembre de 2011

Willi y la hormigonera del pisto





Me encanta romper el ritmo de esas conversaciones presupuestadas. No tengo un ápice de piedad, me importa un bledo cuánto y con quién chirrié el ambiente. Esta mañana ha sido con Willi, el albañil boliviano que trabaja en la casa de enfrente y que algunas veces pasa a tomarse un vaso de agua y a charlar. Es encantador, pero me llama señora.

-Porque usted, señora ,habrá trabajado mucho para tener lo que tiene.
-No te creas, yo he trabajado muy poco, y como consecuencia de eso no tengo casi nada. Pero es una opción, nada más.

Primero se ríe, nervioso, luego me dice que no me cree, luego me pregunta muy serio que si es verdad y pone cara de pena. Creo que para consolarme me cuenta la historia de cuando le pilló el corralito en Argentina y perdió 40.000 dólares, y la última gorda, cuando le dejó de pagar la constructora para la que trabajaba 250.000 euros hace dos años, y se quedó con cuatro hijos en la calle.

Creo que lo he tranquilizado. Pero cuando ya casi se va vuelve sobre el tema;

-Y que conste que no la creo, estoy seguro de que en lo que sea, pero usted ha trabajado mucho, y si no tiene nada ya remontará. Mire usted que yo ya no tengo ninguna deuda. Haga el favor de quedarse el sábado que vamos a preparar una carnecita como la hacen en Argentina. Aunque sea para resarcirla del ruido de la hormigonera y de esas canciones desafinadas a las siete de la mañana.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y te quedarás, ¿no?

Marta Sanuy dijo...

Of course
Ni modo