La realidad es mentira. Eso se nota sobre todo cuando la relata un buen novelista de realidades pero aún más cuando es un mal novelista.
¿Quizás el único goce de la realidad está en vivir en el más oscuro reducto como la carcoma de la madera y del hierro?
Yo no he querido quedar ni me importa “no quedar”. Yo he querido gulusmear la vida bien de cerca, desde un deseo de evidencia y de bohemia.
En mis muchos libros, si hay algo importante son las señales de esa realidad imponderable que he encontrado a través de la vida.
¿Cuál es el asa fehaciente de la realidad?¿Ese momento en que la gallina se baja sus bombachas y pone el huevo?¿Ese goce de coronas cuando las flores han muerto?¿Esa maleta nueva en que los punzones de las hebillas aún entran con dificultad?¿Ese vibrar de cristales en que el cristalino del ojo entra en la inquietud?¿El disparo de esos cañoncitos en el balcón que hacen su salva cuando el rayo del sol meridional enciende la pólvora con su lupa?¿El pío-pío de esos pájaros de alero que cuidan las cornisas? ¿El pisar el pedregullo del jardín y tomar chocolate con migas?¿Ese espacio abandonado ingratamente por todos en la plataforma del tren?¿El olor a coche frío de la vuelta de los entierros?¿Ese cristal hecho como los alambres de niebla y detrás de cuya trama se ve la más directa sombra?¿Aquellas máquinas para hacer cigarrillos que estaban entre las trompetillas para sordos y máquinas de recortarse las uñas?¿Ese babeo de la máquina del tren a la sombra del andén?¿Quizá el ver al partir de viaje esas luces que corren a través de las ventanillas del tren parado y sin luz en la vía paralela a la nuestra?
Estoy en el diálogo perpetuo conmigo mismo buscando esa señar de lo real absoluto:
-Quizá lo que sea revelador es un conjunto de cosas, casualidades y proezas…Tarde de frío…pasar cerca del cuartel de los electrotécnicos…ver una tapia con cristalitos rotos en la cresta.
-¡Tampoco!¡Tampoco! No nos engañemos, lo que palpita en la autonomía de lo que sucede no es eso…Vivir, haber vivido no es eso.
-¿Será la mayor cercioración al haber visto una enredadera seca, como inutilizadas todas la líneas de sus hojas?
-No. Tampoco.
-¿Cuándo soñamos con un tenedor matamos a un escorpión?
-Tampoco
¿Cuándo vimos orugas y comimos moras del árbol?
-Tampoco
¿Cuándo pasamos por la calle de piedras levantadas a la hora de la risa del sol y todo eso visto con hambre de ir a almorzar?
-Quizá, quizá…¿Pero te acuerdas si te tocabas un lápiz en el bolsillo?
-No me acuerdo, pero sí de que acababa de tragarme la hora de pan candeal del reloj del Municipio.
Ese monólogo dialogado conmigo mismo será interminable hasta el fin de la vida.
No encuentro la señal, no la encuentro.
2 comentarios:
Muy lacaniano el asunto de lo real. Con tu permiso te lo voy a piratear sin pagar derechos porque a D. Ramon ya se le ha pasado la fecha. Un beso
¡Esto es un monólogo!Guardo buenos recuerdos de El novelista de Ramón. Este fragmento de automoribundia me lo ha recordado. Será porque es de Ramón.
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