Fue Fina García Marruz la que me mostró la alegría, la risa y el humor que había en Lezama y luego, gracias a ella, pude ir disfrutando de la del resto del grupo. Orígenes ha sido siempre para mi un centro imantado por “su ingravidez de papalote en lo azul”, que diría ella, a quién siempre merece la pena ceder la palabra, así que transcribo un par de párrafos donde explicaba lo de Lezama y la ironía:
“Cuando le preguntaron qué era para él la poesía, contesto: “un caracol nocturno en un rectángulo de agua” Enseguida empezó a ironizar sobre su intempestiva declaración: desde luego, un caracol nocturno no se diferencia “gran cosa” de uno diurno, y lo del rectángulo de agua era “algo tan ilusorio como una aporía eleática” Los que lo conocimos más de cerca sabemos lo habitual que era decir algo en serio y burlarse después ligeramente de la rotundidad de cualquier definición, como si recordase lo de nuestro Varela, que la idea que no puede definirse es la exacta(…)”
“Por eso, maestro, nos permitimos contradecirlo. Usted sabía mejor que nadie que no era lo mismo un caracol diurno que su nocturno caracol haciendo su espiral en lo oscuro”
Coloquio Internacional sobre la obra de Lezama Lima Poesía
Editorial Espiral pag 243.1984
Yo creo que tenían algo de irme a pasar el verano con los abuelos en Cuba aquellas inmersiones en el tiempo, "no aquel que se agota en el acontecer inmediato, sino aquel que parece avanzar en sentido contrario” diría ella. Pasé años y años paseando por el malecón, y nunca he pisado La Habana, de contradicciones también se vive. En lugar de aterrizar en el Trocadero 162 para comulgar con pitahaya, terminé en Ayutuxtepeque 44, claro que en San Salvador me esperaban un tendal de lezamianos para devolverme la razón, la razón poética, claro. Y allí también había colibríes, ceibas y pitahayas.
Me fui a la cama anoche más contenta que unas castañuelas, a veces para algo sirven los premios. Hay que leer a esa mujer, su poesía es una enorme visagra entre la de Lezama y la de José Martí, y estuvo siempre cerca de otro grande, Cintio Vitier.
Amigo, he recibido hoy todas sus cartas.
No ya como respuesta de un poema ofrecido
como cuando buscaba entre mi noche
las palabras de la confirmación. Recojo su "Recuérdemé",
"ya que usted, esencialmente, nos obliga a responder",
palabras que le convienen a usted más que a mí misma.
Su "usted" como la cara del trompetero negro al mediodía,
fina merienda, Cuba. Familiar, solemne.
Maestro, cómo es posible. Dispénseme. Estuvo, ya no está.
Todo rocío se evapora, es decir, vuelve. Su altivez siento.
"Dispénseme esa simetría de mis caprichos".
En mi barrio alguien pregona "Florero, flores!" mientras le escribo.
Mientras usted me escribía, "En la casa de al lado, pobres,
caen abiertas las latas de salmón rosado de Alaska".
Y ese alguien que se acerca, "pobre", a la lata, "la voltea,
observa como los gatos, viaja" se vuelve el mensajero
de estos días remotos que se acercan,
descifrando la hora en que no sabemos qué esperamos
alguna cosa enorme que no acaba de llegar,
una constelación, un viaje. Ah, su casa,
Lezama, que fue la casa de la poesía,
hoy vive ya sólo en nuestra imaginación,
le aseguro que bien guardada, bien cuidada.
Todos los cerrajeros resultarían toscos
para velar por la barca de los sabios chinos,
su sillón mariscal, el retrato de su padre.
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