Me desperté atragantada, era un castigo, por desperdiciar el tiempo soñando con el futuro en una casa de 503 años en el centro de Madrid. En la alcoba, que tiene una puerta condenada, cada hilo de luz abollonaba las paredes, a la puerta la vela le dibujó unos brotes, y no poder dormir no era insomnio, eran ganas de mirar aquellos tabiques dúctiles que me narraban. Un privilegio alojarse en un espacio tan torcido y tan amable. Merci Carmela.
Al día siguiente, Carmela, Mercedes y yo hicimos una estupenda excursión sin salir de casa.
Imagen Edward Weston
1 comentario:
Pues sí, a veces las mejores excursiones se hacen dentro de las casas.
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